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Actualizado: 2 de mayo de 2025


El palo era duro y lustroso; la mano con que lo empuñaba, nerviosa, por fuera de color morenísimo, tirando a etiópico, la palma blanquecina, con tono y blanduras que la asemejaban a una rueda de merluza cruda; las uñas bien cortadas; el cuello de la camisa lo menos sucio que es posible imaginar en la mísera condición y vida vagabunda del desgraciado hijo de Sus.

MERLUZA CON MAYONESA. Limpia y escurrida, después de echar la sal, una cola de merluza, se cuece a fuego lento; se saca del agua y se escurre bien, poniéndola en la fuente en que se ha de servir; cuando se enfría se cubre con salsa mayonesa y se guarnece la fuente con huevos duros, aceitunas y pimientos de lata.

MERLUZA EN SALSA ESPA

Sin embargo, el Serranito le clavó un soberbio par cuarteando con finura y limpieza, que sorprendió agradablemente al público: en Madrid no sabían, como en Sevilla, que Baldomero era un chico que daría mucho que hablar. Merluza se pasó una vez y luego colgó un palo cuarteando también.

TORTILLA CON MERLUZA. La merluza, cocida o frita; se hace la tortilla como en las anteriores. Lo mismo puede echarse en los huevos batidos carne de colas de cangrejos o langostinos, y si se quiere que la tortilla sea de jamón se echan trocitos de jamón frito antes.

¡Qué cosas!... ¿Y no te comerías le propuso Fortunata , un muslito de gallina, una ruedita de merluza, una croquetita? Sólo de oír hablar de comida se ponía peor Mauricia. Le temblaban mucho las manos, y de rato en rato le daban como ataques de asfixia, siendo su respiración muy difícil, y quejándose de irresistible calor.

Con eya en la mano, hay mu poco que tengan tan güena sombra... Lo que le tiene er Gordo, e que sabe demasiao er terreno que pisa... y cuando se sabe mucho... vamo... ya me entiende usté, D. Enriquito. Ozté perdone, zeñó José dijo a esta sazón Merluza.

Á los demás añadió el Tuerto con voz trémula y muy conmovido, no he vuelto á verlos hasta la hora presente. Como la lancha había quedado entre dos aguas, tuve la suerte de agarrarme á ella; pero ese infeliz se vió sin otro amparo que sus remos naturales, y no era poco, porque, á saber anadar, no hay merluza que le meta mano.

Papitos, que aquella mañana había sido castigada porque trajo de la plaza una merluza muy mala, creyó que a su ama no se le había pasado el berrinchín, y temblaba mirándole las manos. Pero en el ánimo de doña Lupe se había disipado la ira correccional, a causa de los sentimientos de otro orden y del gran estupor que desde una hora antes reinaban en él.

La primer pregunta que hizo el ama a Papitos fue referente a las órdenes que le había dado. «No dejó ni rastro» replicó la muchacha, enseñando a su ama la fuente en que había servido la merluza. ¿Y dijo algo? No podía decir nada, porque no paraba de tragar. Doña Lupe se sonreía.

Palabra del Dia

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