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Actualizado: 23 de junio de 2025
Un sombrero hongo, artístico á fuerza de estar roto, le cubría la enorme cabeza dejando escapar unos cabellos de un gris sucio, casi rubio, largos, ensortijados en sus estremos como melenas de poeta.
«¿Sirven estos ramos de caracoles?» dijo la del guarda de consumos, mostrándolos en la puerta de su casa. Ya lo creo. Llévalos. Y tú, Rita, recógete esas melenas, mujer, que pareces una cómica. Es preciso que estéis todas muy decentes. La mujer del sereno se disponía a encender el farol de su marido y a ponerlo colgado del chuzo en la reja de la cocina.
Vió cómo salían del montón humano piernas contorsionadas por los estremecimientos de la agonía... Unos soldados avanzaron con el mismo gesto de los cazadores que van á cobrar sus piezas. De la palpitación de los miembros revueltos se elevaron unas melenas blancas y una mano débil que se esforzaba por repetir su signo.
Lo que ellos quieren es que volvamos á la guerra y al militarismo. Y al decir esto se irguió, acariciándose con una mano las melenas mientras apoyaba la otra en la empuñadura de su espada, cuya hoja se extendía horizontalmente más allá de sus exuberancias dorsales. Yo siento expresarme así continuó porque usted es un hombre. Pero hay hombres de distintas clases.
Varias muchachas de bélica elegancia, llevando sobre sus cortas melenas el casquete alado, hacían caracolear sus caballos entre las de estos guerreros inferiores, dándoles órdenes con un laconismo de jefes. La doctora volvió á interrumpir las reflexiones del prisionero. Antes de que emprendamos la marcha á la capital, creo oportuno que tome usted un ligero refrigerio.
Y desprendiéndose de esta amalgama fúnebre, kepis rojos y obscuros, gorros orientales, cascos con melenas de crines, sables retorcidos, bayonetas rotas, fusiles, montones de cartuchos de cañón. Los caballos muertos abullonaban la llanura con sus costillares hinchados. Vehículos de artillería con las maderas consumidas y el armazón de hierro retorcido revelaban el trágico momento de la voladura.
Algunas noches, Spadoni se quedaba con un codo en el teclado y la frente en la diestra, como si la música le ensimismase, cuando, en realidad, lo que danzaba debajo de sus melenas eran cuadrados rojos y negros, muchos naipes y treinta y seis números formando tres filas presididas por el cero. El príncipe, molestado por este silencio, se dirigía á Castro. Cuéntanos algo de tu abuelo don Enrique.
Satisfecho de su rudeza, sintió la necesidad de hermosearse para acudir á la entrevista. Pensaba en los machos del reino animal, cuyos dientes, garras y espolones van acompañados de crestas, melenas y plumajes que inspiran á las hembras una admiración mística, convirtiéndolas en sus esclavas. Lo mismo ocurría entre los humanos.
Desaparecían de golpe las hirsutas melenas y las barbas patriarcales. Cráneos redondos con la sombra azulada del pelo cortado al rape, mandíbulas salientes ostentando aún las erosiones de una afeitada rápida, mostrábanse en el mismo lugar ocupado antes por barbudos personajes de trágico aspecto.
Aquella mujer singularísima, bella y varonil tenía el pelo corto y lo llevaba siempre mal peinado y peor sujeto. Cuando se agitaba mucho trabajando, las melenas se le soltaban, llegándole hasta los hombros, y entonces la semejanza con el precoz caudillo de Italia y Egipto era perfecta.
Palabra del Dia
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