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Actualizado: 13 de junio de 2025
Nunca he visto medusa tan grande: parece un gran paraguas dijo. Pues aún las hay mayores dijo el Capitán , y que brillan por la noche como si llevaran en la bolsa una lámpara eléctrica. ¿Son gelatinosas esas medusas? preguntó Hans. Tan extremadamente gelatinosas son, que no pueden conservarse.
Hace cuarenta años, en las presas de Bombay, el flujo arrojó a la playa una medusa que pesaba dos toneladas, y que era tan fosforescente, que en un principio se la creyó un trozo de algún cometa. Se dice que su resplandor era tal que, aun después de muerta, iluminó durante muchas noches la playa hasta gran distancia. Si era tan gigantesca, sus tentáculos serían larguísimos.
En los desvanes de la casa había encontrado él, amarillas por el tiempo, varias cartulinas de visita con el nombre del rico sacerdote: tarjetas grabadas con emblemas, como empezaron a usarse en el siglo XVIII. En el centro de la tarjeta aparecía una cruz leñosa con una espada y una rama de olivo; a ambos lados dos corazas, una con la cruz del Santo Oficio, otra con dragones y cabezas de Medusa.
Junto á sus bocas, el metal se retorcía formando la hojarasca de un capitel; su parte opuesta la remataba una cabeza de medusa.
Palmas, cabezas de Medusa, coronas, famas de Pradier, rótulos, victorias, todo completa la ilusion del triunfo. Así como en la Magdalena no puede pensarse en los santos, aquí no se puede dejar de pensar en los héroes.
Facundo es un tipo de la barbarie primitiva; no conoció sujeción de ningún género; su cólera era la de las fieras; la melena de sus renegridos y ensortijados cabellos caía sobre su frente y sus ojos en guedejas, como las serpientes de la cabeza de Medusa; su voz se enronquecía y sus miradas se convertían en puñaladas.
Las porpitas y los velelos tienen tan poco temor al Océano que, pudiendo sobrenadar siempre que les plazca, hacen esfuerzos para hundirse, y cuando se desencadena la borrasca, escóndense en las profundidades del mar. No acontece lo mismo con la pobre medusa, que ha de resguardarse de la playa al mismo tiempo que de la tempestad.
Mas he aquí que en el marco de la puerta aparece la figura severa e imponente de la doncella de la casa. Calmáronse las olas; silencio sepulcral; todos los rostros vueltos hacia aquella nueva cabeza de Medusa.
De esta suerte he visto en Suiza esparcirse cascadas fatigadas y perezosas, que, habiendo dado muchos rodeos, parecían rendidas de sueño, de languidez. En el grandioso cuadro de luminarias que despliega el mar en las noches borrascosas, la medusa desempeña un papel aparte.
Los pulmoncitos exteriores que presentan los anélidos, los delgados filamentos nebulosos que lanzan al viento ciertos pólipos, los móviles y sencillos cabellos que ondulan sobre la medusa son objetos no sólo delicados sino conmovedores. Ofrecen todos los matices, son finos y vagos, pero cálidos: es como un hálito perceptible, y nuestros ojos atónitos ven en ellos el color del arco iris.
Palabra del Dia
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