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Así debió de pensarlo el joven rubio, a juzgar por el éxtasis apasionado de sus ojos y la inmovilidad marmórea de su figura. Al fin la dama, no pudiendo vencer la irritación que esto la producía, alzóse bruscamente de la silla y despidiéndose con una frase seca del dependiente, que le guardaba extraordinarias consideraciones, salió del comercio y llegó hasta la Puerta del Sol a toda prisa.

Los hijos de todas las familias nobles de Andalucía se han alistado ya en el ejército de Castaños; irás también, con una escolta de criados, que armaré y mantendré a mis expensas mientras dure la guerra. Al decir esto, la marmórea cara de D.ª María no se inmutó; pero Asunción y Presentación lloraron a moco y baba.

Mucha parte de la frialdad marmórea de que parecía estar dotada Ester, debe atribuirse á la circunstancia de que se había operado un gran cambio en su vida, reinando ahora el pensamiento donde antes reinaban la pasión y los sentimientos.

Acosó a Nieves a preguntas sobre una multitud de cosas traídas por los cabellos, y las respuestas fueron siempre al caso; pero... pero aquel tonillo de voz, aquel reír a veces sin venir a pelo, o aquella seriedad marmórea cuando estaba indicada la risa... Nada resultaba natural; todo, todo era pegadizo y contrahecho allí... Nieves no había sido nunca aquello.

Cuáles fueran estas no podemos decirlo, porque su narracion parece referirse al Santo Sacrificio, y al mismo tiempo habla de una funcion nocturna. «Estaban, dice, revestidos los sacerdotes con ricas vestiduras de seda, de varios y alegres colores, y adelantábanse á adorar á Jesus; y si se encaminaban hácia la marmórea fuente, era solo para sacar agua de ella en el hueco de la mano.

Había sufrido aquella mañana cuanto es dado soportar á la humana naturaleza, y como su temperamento no era de los que por medio de un desmayo se libran de un padecimiento demasiado intenso, su espíritu podía solamente hallar cierto desahogo bajo la capa de una insensibilidad marmórea, mientras sus fuerzas corporales permanecieran intactas.

Bien está que su fe acendrada y robusta, su buen sentido natural, lo recto y nunca maleado de su razón la impidan transigir con la impiedad, aunque vaya unida a toda la gallardía de la juventud, a todo el fuego de la pasión y a todo el poder y alteza del ingenio. Pero ¿era preciso para esto hacerla tan impasible, estoica y marmórea, cuando al fin era mujer y enamorada?

El San Ignacio principalmente parece haber realizado el ideal supremo del arte que puede animar el mármol, la piedra ú otra materia, y darles un lenguaje elocuente y una mirada profunda. Toda la historia de la Compañía de Jesus parece surgir a priori de esa frente marmórea y ese ojo ardiente y fascinador que sondea y medita.

Subieron así las escaleras hasta el entresuelo, donde introdujo Sardiola a ambas mujeres en una ancha y desahogada habitación en que no faltaba su marmórea chimenea, sus monumentales camas colgadas, su alfombra de moqueta algo desflorada y raída a trechos, sus lavabos y sus perchas clásicas. Caía la pieza a un jardinete, en cuyo centro ligero kiosco de madera y cristales servía de sala de baño.