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Actualizado: 28 de julio de 2025
Las proas se dirigían al Norte, y este movimiento, cuyo objeto era tener a Cádiz bajo el viento, para arribar a él en caso de desgracia, fue muy criticado a bordo del Trinidad, y especialmente por Marcial, que decía: «Ya se esparrancló la línea de batalla, que antes era mala y ahora es peor».
Véase la eruditísima nota de D. Lorenzo Ramirez de Prado al núm. 352 del Cronicon de Luitprando, llena de curiosas investigaciones sobre el uso de los palios, mantos y velos de los orientales. Femineum lucet sic per bombycina corpus. Marcial, lib. 8, epíg. 68. Suma de los principales mandamientos, etc. Cap. VII, Del atayamun y sus defectos.
Aunque era don Cayetano canónigo y tenía nada menos que la dignidad de arcipreste, que le valía el honor de sentarse en el coro a la derecha del Obispo, considerábase él digno de respeto y aun de admiración no por estos vulgares títulos, ni por la cruz que le hacía ilustrísimo, sino por el don inapreciable de poeta bucólico y epigramático. Sus dioses eran Garcilaso y Marcial, su ilustre paisano.
Aquí don Pelegrín se limpió los labios con su pañuelo, arregló la capa sobre las rodillas, sacó la caja de rapé y tomó un polvo con marcial desenfado.
Eso es tentar a la Divina Providencia. ¡Jesús!, y lo menos tendrán cuarenta mil cañones, para que estos enemigos se maten unos a otros. Lo que es como Mr. Corneta tenga bien provistos los pañoles de la pólvora contestó Marcial señalando al corazón , ya se van a reír esos señores casacones. No será ésta como la del cabo de San Vicente.
Á una iglesia no vamos á buscar el sentimiento de lo apasionado, de lo marcial, de lo atrevido, de lo voluptuoso, sino el sentimiento de lo solemne, de lo majestuoso, de lo augusto; más claro, el sentimiento de lo sublime, la emocion del patético, porque la idea de una suprema causa es el patético por excelencia.
Marcial y yo tenemos que reñir... Vuélvase él a los barcos si quiere, para que le quiten la pierna que le queda... ¡Oh, San José bendito! Si en mis quince hubiera sabido yo lo que era la gente de mar... ¡Qué tormento! ¡Ni un día de reposo!
Por todos lados descubríamos navíos dispersos, la mayor parte ingleses, no sin grandes averías y procurando todos alcanzar la costa para refugiarse. También los vimos españoles y franceses, unos desarbolados, otros remolcados por algún barco enemigo. Marcial reconoció en uno de éstos al San Ildefonso.
Santiago, un poco más tranquilo, se atrevió a levantar la cabeza, pero la bajó prontamente al oír un crujido de la tartana, y luego la volvió a levantar, sin ver esmeriles ni escotillas. Como nada da tanta tranquilidad como un peligro pasado o evitado, Santiago se enderezó presa de un ardor marcial, y trepó a bordo de la tartana seguido de sus diez hombres, a quien su ejemplo electrizaba.
Disgustó esto mucho a toda la concurrencia, por parecerle más temible el carlismo que la República, y en aquel momento llegó a confortar los ánimos un viejo alto, de aspecto marcial y largos y retorcidos bigotes blancos: era el general Pastor, hermano de Leopoldina, que volvía del palacio Basilewsky de conferenciar con la reina.
Palabra del Dia
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