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Actualizado: 17 de julio de 2025
Allí se hablaron y se confiaron que el hada venía de visitar y dejar dormido al más hermoso príncipe que había en el mundo, y que el genio, procedente del otro extremo de la tierra, venía de contemplar y de admirar también a una maravillosa princesa dormida en su lecho virginal, allá, en el más recóndito, elegante y perfumado camarín de su magnífico palacio.
Me fijé en que cada cinco minutos salía al terrado, desde donde se podía ver la puerta de entrada, pero entonces me guardé muy bien de dirigirle preguntas indiscretas. Me imaginaba ser ya una confidente, una cómplice. Era un día claro de septiembre, de una hermosura maravillosa.
¡Válame Dios, y cuántas provincias dijo, cuántas naciones nombró, dándole a cada una, con maravillosa presteza, los atributos que le pertenecían, todo absorto y empapado en lo que había leído en sus libros mentirosos!
Candoroso e impresionable, D. José era como los niños o los poetas de verdad, y las sensaciones eran siempre en él vivísimas, las imágenes de un relieve extraordinario. Todo lo veía agrandado hiperbólicamente o empequeñecido, según los casos. Cuando estaba alegre, los objetos se revestían a sus ojos de maravillosa hermosura; todo le sonreía, según la expresión común que le gustaba mucho usar.
A veces he censurado yo en Víctor Hugo no pocas extravagancias, pomposidades y relumbrones falsos y de mal gusto, pero, a pesar de estos defectos, que yo noto para que no se me acuse de idolatría, siempre me he complacido en reconocer y confesar que por lo fecundo e impetuoso de su abundante vena, por su maravillosa fantasía y por su destreza magistral en el manejo de la lengua, del metro y de la rima, Víctor Hugo es, si no el primero, uno de los mayores líricos y épicos de nuestro siglo, rico en poetas más acaso que ningún otro de los siglos pasados.
Cooper, sin embargo, conocía bien a los perros de monte, y su maravillosa aptitud para la caza a la carera, que su fox-terrier ignoraba. ¿Enseñarle? Acaso; pero él no tenía cómo hacerlo. Precisamente esa misma tarde un peón se quejó a Cooper de los venados que estaban concluyendo con los porotos. Pedía escopeta, porque aunque él tenía un perro, no podía sino a veces alcanzarlos de un palo...
Algunos de aquellos moluscos se llaman anémonas, otros pelagias, y los peces fosforescentes scopelus, ergysopeletas, chanliodas, etc., etc. Una fosforescencia más maravillosa aún es la producida por los nottiluche, pequeñísimos moluscos, invisibles por lo común, y que tienen la forma de un círculo alargado por uno de sus polos, con un apéndice movible provisto de una membrana resistente.
Así como Felipe II, Luis XIV, el papa León X y casi todos los grandes soberanos han tenido un ministro favorito y constante, sin el cual tal vez no hubieran desplegado su maravillosa actitud ni hubieran obtenido la hegemonía para su patria, don Andrés Rubio tenía también su ministro que, dentro del pequeño círculo donde funcionaba, era un Bismarck o un Cavour.
Su habilidad en excitar la atención y de estrechar más y más el enredo de la fábula, es, sin duda, maravillosa; pero su inclinación á lo raro y extraordinario le hace inventar á veces enredos, que sólo pueden desatarse destrozando la acción principal.
El artista examinaba atento su última y maravillosa creación para ver si la pintura había sufrido algún rasguño y en tanto Roger manejaba rápidamente los pinceles, hasta dejar bosquejadas las facciones y el torneado cuello de bellísima mujer. ¡Bravo! exclamó el maestro; sois pintor, no hay que dudarlo y podéis llegar á serlo muy bueno. ¡Es la cara de un ángel!
Palabra del Dia
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