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Actualizado: 29 de junio de 2025


CAP. IV. En que trata cómo Ayar Mango se descendió de los altos de Guanacaure á vivir á otra quebrada, donde, despues de cierto tiempo, de allí se pasó á vivir á la ciudad del Cuzco, en compañía de Alcaviza, dejando en el cerro Guanacaure á su compañero Ayar Oche hecho ídolo, como por la historia más largo lo contará.

Sus ademanes eran vivos, se movía mucho y jugueteaba rápidamente con el mango de la sombrilla; su voz, aunque dulce, denotaba carácter hecho a dominar y vencer.

Y como esto era muy poco para él, persona de extremado aseo, que, ¡cosa rara en un pequeño lugar!, se ponía limpia tres veces a la semana, decidió que estaba justificadísimo el mandar que le hiciesen media docena de camisas nuevas, que le hacían muchísima falta, ¿Y quién había de hacerlas mejor que Juanita, que era la costurera más hábil de Villalegre? ¿Y quién había de cortarlas mejor que su madre, la cual, lo mismo que con el mango de la sartén en la izquierda y la paleta en la diestra, era una mujer inspirada con las tijeras en la mano y con cualquier tela extendida sobre la mesa y marcada ya artísticamente con lápiz o con jaboncillo de sastre?

Pasaron unos cuantos segundos, y de pronto vio caer al suelo la toalla, que pocos días antes colocara con pudorosa cautela, a modo de tapón, notando al mismo tiempo que por el agujerito destinado a la llave asomaba un mango de pluma, con el cual don Juan había empujado el lienzo hasta tirarlo. Venirse abajo el paño de manos, retirarse el mango de pluma y mirar ella por el agujerito, todo fue uno.

Era el mismo escenario de su dicha, como él era el mismo Maltrana; pero había soplado un viento glacial, matando la alegre hojarasca llena de rumores y de cánticos, dejando sólo el escueto ramaje. Los almendros de la Huerta del Obispo, que derramaban en otros tiempos lluvias de flores sobre la cabeza de Feli, parecían ahora escobas plantadas por el mango.

Y esto hecho, dende á cierto tiempo el Mango Capac y su compañero con sus cuatro mujeres, sembraron unas tierras de maiz, la cual semilla de maiz dicen haber sacado ellos de la cueva, á la cual cueva nombró este Señor Mango Capac, Pacarictambo, que dice, Casa de producimiento; porque, como ya habeis oido, dicen que salieron de aquella cueva.

Á la hora de la cena ella misma preparaba su chocolate, batiéndolo cuidadosamente con un clis clas producido por el choque de una sortijita de oro y carey contra el mango del molinillo.

No se le dijera entonces un abogado de estos tiempos, sino uno de aquellos trovadores que sabían tallarse, hartos ya de sus propias canciones, en el mango de su guzla la empuñadura de una espada.

Hace muchos años, hijo mío, que estoy esperando por ti respondió el pico. Pues aquí me tiene dijo Meñique. Y sin pizca de miedo le echó mano al pico, lo sacó del mango, los metió aparte en su gran saco de cuero, y bajó por aquellas piedras, retozando y cantando. ¿Y qué milagro vio por allá su señoría? preguntó Pablo, con los bigotes de punta.

Y esto hecho, pasaron adelante Mango Capac y su gente, y hablaron con Alcaviza, diciéndole que el sol los inviaba á que poblasen con él alli en aquel pueblo del Cozco; y el Alcaviza, como le viese tan bien aderezado á él y á su compañía, y las alabardas de oro que en las manos traian, y el demás servicio de oro, entendió que era ansí y que eran hijos del sol, y díjoles que poblasen donde mejor les paresciese.

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