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Actualizado: 25 de octubre de 2025


Pues imagínese usted ahora que esa criatura se hubiera ahogado esta mañana, como debió de ahogarse, don Claudio, como debió de ahogarse, se lo vuelvo a repetir... y póngase usted en mi lugar por un instante...

Elena entra mañana en un convento, de manera que os veréis libre de su guarda, y podréis pasearos todo el día y hacer lo que queráis... ¿Por qué parecéis disgustada? yo creí que os iba a causar gran alegría. Marta comprendía muy bien que debía fingir una gran satisfacción.

¿Y en qué condiciones le conoció usted a mi pariente? le dije. ¿Está usted para bastante tiempo aquí, mi oficial? me preguntó el viejo. Mañana por la mañana he de zarpar para Buenos Aires. Pues si no tiene usted algo más importante que hacer, venga usted esta tarde a las cinco; le contaré lo que de Ugarte. Muy bien. A las cinco estaré aquí.

La chartreuse o lo que fuera ¿¡si sería cognac!? seguía molestándole y conocía ya él mismo que le olía mal la boca. «Si se me acercase Glocester ahora, mañana todo Vetusta sabría que yo era un borracho...». «¡No subo, no subo. Buena estará mi madre!

Y después, si le conviene ofrecer una lección moral á sus lectores, haga que el chico se trueque de la noche á la mañana, por la sola fuerza del hambre y del hastío, en un ser abyecto, revelando así el fondo de inmundicia que en el corazón de todo ser humano existe.

Al ver á estas niñas, siempre he dicho: ¡pobrecitas! ¡vosotras no tenéis madre! Una madre para su hija, es como el rocío de la mañana para la flor; encerrar esta en una estufa, privarla de los primeros besos de la fresca aurora y palidecerá triste y mustia. Un niño sin madre es cual la flor. ¡Saben tantas cosas las madres! ¡Tiene tanto calor el seno de la que nos dió el ser!

El Zapaterín pasó una mañana encerrado en el cuarto, aprovechando la ausencia de su madre, que trabajaba aquel día como asistenta en casa de un canónigo. Con la ingeniosidad del náufrago que, entregado a sus iniciativas, tiene que fabricárselo todo en una isla desierta, cortó un capote de lidia en la tela húmeda y deshilachada.

No había milagro; el sol iba á salir, la mañana prometía ser magnífica, la brisa era deliciosamente fría, las estrellas en el oriente palidecían y los gallos cantaban á más y mejor. Aquello era mucho pedir; ¡más facil le era á la Virgen enviar los doscientos cincuenta pesos! ¿Qué le cuesta á ella, la Madre de Dios, dárselos?

Y lo cercaron, y le pusieron espías toda aquella noche a la puerta de la ciudad; y estuvieron callados toda aquella noche, diciendo: Hasta la luz de la mañana; entonces lo mataremos. 4 Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.

A la mañana cuando quiso volverse á su galera, Eduardo de Oria le prendió y desarmó, y otros Genoveses hicieron lo mismo con los demas que le acompañaban y las diez y ocho galeras dieron sobre las nuestras desapercibidas y descuidadas.

Palabra del Dia

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