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Actualizado: 9 de junio de 2025


Ramón pasó algunos años en Valencia, sin que pudiera saltar más allá de los prolegómenos del Derecho, por la maldita razón de que las clases eran por la mañana y él tenía que acostarse al amanecer, hora en que se apagan los reverberos que enfocaban su luz sobre la mesa verde.

Anoche estuve toda la noche discurriendo muy intranquilo, los sesos como ascuas, porque al plan, mejor dicho, al sistema no le faltaba más que una fórmula para estar completo... ¡La maldita fórmula...! Por fin, ahora, hace un ratito, se me ocurrió; di un brinco de alegría.

Le repitió las señas y le dió las buenas noches. La huérfana se retiró muy agradecida. Al fin encontraba la dirección de aquella maldita calle. Tomó por el camino indicado y bajó la cuesta de los Consejos. ¡Qué triste y pavoroso lugar! El piso parece que huye bajo los pies del transeúnte: tal es la pendiente.

D. Valentín apretó los puños y se limitó á exclamar con acento un si es no es colérico: ¡Señora!... Luego añadió para , cuidando mucho de que no lo oyese Doña Blanca: ¡Maldita sea mi suerte! Y no bien lanzada la exclamación, se asustó don Valentín de la blasfema rebeldía contra la Providencia que su exclamación implicaba, y se tuvo un instante por primo hermano del propio Luzbel.

De la índole de estos estragos deduzco yo que sólo se trataba, por las causantes, de una ostentación o alarde de travesura, nada increíble en tres mujeres hermosas, sin el freno del escrúpulo y en lo mejor de la vida. En Ems, ya muy avanzado el verano, se halló la marquesa con Pepe Guzmán. No le gustó el hallazgo cosa maldita. A mi paso por Francia la dijo sin preámbulos he visto a Luz.

Al otro día, sábado, se jugaba a las cartas en casa del inspector... Y en lugar de estar en su casa, tiritaba de frío allí, en aquella maldita callejuela, ante aquella maldita casa, albergue de estudiantes melenudos. ¿Qué había ido a hacer en tal sitio? De repente, se abrió la puerta de la casa y se volvió a cerrar con violencia, después de dar paso a dos estudiantes.

Y esta mujer, amigo, le penetraba a uno... amigo, le enloquecía... verdaderamente le condenaba el alma con su maldita fascinación. Un día le dije: Celeste, ¿cómo demonio se te hizo esa maldita cicatriz? A lo que me contestó: Roberto, a ningún blanco más que a usted lo contaría; esta cicatriz me la hice yo con toda intención, me la hice yo misma, a fe.

No dónde se ha metido mi primo el viento, que es quien siempre me socorre en estos lances. Tráeme unas pajitas para reanimarme.» «¿Qué tengo yo que ver con la jura del rey? le contestó el pollito . Revienta si te da gana, que maldita la falta que me haces.» «¿Quién sabe si te haré falta algún día? repuso la chispa . Nadie puede decir de este agua no beberé

Parece que el hombre hubiera huido de aquellos desiertos del bajo Magdalena, como de una tierra maldita, donde el sol devora, el suelo es un arenal inmenso mas ó ménos poblado de árboles medio desnudos.

Todo esto había sido adquirido por Joaquín, que se reía mucho contemplando al fraile embobado junto a la muchacha, o al capuchino beodo. Pero a Isidora no le hacían maldita gracia los cromos frailescos.

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