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Actualizado: 18 de junio de 2025


Es tu ritmo la ronda bulliciosa de crótalos y locas panderetas, de guitarras que dicen el elogio de unos ojos reidores que asaetan; es la risa que en notas se desata cual cristalino desgranar de perlas, el madrigal sonoro que deslíe sus estrofas de amor en las verbenas, y el chocar de las copas musicales donde hierve la sangre de las cepas.

Estas dudas no desaparecen por completo al ser conducido al suplicio, y su entereza y dignidad, al sufrirlo, es mayor que la de los jueces que lo han condenado. «Es ocioso, sin duda, advertir, observa L. Viel-Castel , cuán conmovedora y profundamente dramática es esta trama. El carácter del pastelero del Madrigal es uno de los más notables originales que se han presentado en las tablas.

A poco de abrir mi padre la zapatería, la de Belarmino se hundió. Un usurero apellidado Bellido se lo embargó todo, dejándole en la calle con su mujer y su hija. Le recogieron unos frailes dominicos, que tenían residencia en el palacio de los señores de Neira, marqueses ya de San Madrigal, y le habilitaron en la portería del palacio un zaquizamí, en donde trabajaba de zapatero remendón.

Emisarios secretos son enviados á Portugal, y le hacen numerosos prosélitos; muchos portugueses acuden también á Madrigal para saludar á su casi resucitado Monarca, recibiéndolos el supuesto Soberano en una habitación oculta, suntuosamente preparada para este objeto: allí les refiere los maravillosos sucesos de su vida, y les presenta como su heredera una hija de pocos años, fruto de sus relaciones con su amada.

No me parecen mal esos versos, dijo Miguel de Cervantes; madrigal son, o más bien, madrigal doble; poeta era quien los compuso, y no de los peores, y por míos los tomara, antes con satisfacción que empacho de ellos; pero decidme, señora: ¿cómo es que vos habéis premiado esos versos guardándolos en vuestra memoria? ¿quién os los recitó, o quién os dio el papel en que estaban escritos?

Fuera del vino de Madrigal, guardado en pellejos taberniles, no se hallaba provisión alguna en la casa, y, continuamente, los criados salían a mercar a crédito en la vecindad lo que se iba necesitando. Las angustias de dinero no tardaron en sobrevenir; pero el hidalgo, cuya altivez no aceptaba las humillaciones de la economía, fue empeñando uno a uno sus bienes a los genoveses.

Vamos; sales del paso con un madrigal... Pero piensa que lo que Dios te ha dado, puede quitártelo. Me estremecí, y él, que lo vio, siguió diciendo con dulzura y estrechándome contra su pecho: La experiencia prueba, hija mía, que todo lo que vive tiene que morir, y no he de escaparme yo de la ley.

Palabra del Dia

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