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Actualizado: 22 de junio de 2025
Por eso conviene que la liberación sea con el menor dolor posible, porque la misma alma, con toda su fortaleza, se amilana, siente lástima de la bestia carcelera e intercede por ella. Tú fíjate bien, y si el arma blanca no te gusta, me lo dices con franqueza. ¿Prefieres el arma de fuego?
No me conocerás hasta el momento de la liberación. Mañana, Laura; mañana, Elena; sabrás qué vínculos nos unen... Tengo que apartarme de ti, hija mía; podría sucumbir a una tentación que nos sería fatal a las dos. Duerme, duerme en paz... mañana un nuevo sol lucirá para ti y para mí. Y huyó rápidamente del cuarto, cerrando la puerta tras sí.
Has pecado, has padecido; pecar y padecer son dos aspectos de una misma cosa; por consiguiente, tienes el sentimiento de la liberación... Usando una parábola, te escuece en las muñecas el grillete de la vida».
«El momento de la liberación es aquel en que uno se considera suficientemente purificado para apechugar con el paso de un mundo a otro, y dar ese paso por sí mismo. Las religiones dominantes prohíben el suicidio. ¡Qué tontas son! La mía lo ordena.
Es el sacramento, es la suprema alianza con la divinidad... Bueno; pues las personas que por medio de la anulación social, y cultivando la vida interior, llegan a purificarse, comprenden por su propio sentido cuándo llega el momento de tomar el portante. La liberación no debiera llamarse suicidio. La expresión mejor es esta: matar a la bestia carcelera.
Y entonces nos creemos felices y consideramos compensados con este minuto de satisfacción nuestros largos trabajos. Esto me sucede a mí ahora, querido Sarrió; y por eso este apretón de manos ha puesto en mí tanta ufanía como en Alonso Quijano la liberación de los galeotes o la conquista del yelmo.
Mis aspiraciones están cumplidas. ¡Viva el gran principio de la liberación por el desprendimiento, por la anulación!...». ¡Vivaaa...! Así lo dirán las multitudes, cuando esta doctrina se propague; pero esto no nos toca a nosotros, sino al que vendrá después. Cumplamos tú y yo la ley de morir cuando nos creamos llegados al punto de caramelo de la pureza.
Estas historias disparatadas y heroicas agrandaban los ánimos, quitando toda significación a la palabra «imposible». Los más de los lectores y auditores llevaban espada al cinto, y al enterarse de las desaforadas batallas con gigantes partidos por mitad, dragones despanzurrados, fugas de inmensos ejércitos de malandrines, endriagos y salvajes, vencimiento de terribles encantadores y liberación de princesas cautivas, pensaban con emulación y envidia: «Lo mismo haría yo si se presentase la ocasión.
Maximiliano no le instaba a que comiera, pues aquella actitud de su mujer tomábala él por querencia de privaciones, por iniciación del aniquilamiento, o apetito de muerte y liberación. Doña Lupe, fatigada de lidiar con tanta insensatez de una y otra parte, se retiró, dejándoles solos y diciendo: «Haced lo que queráis. Allá os arregléis a vuestro gusto.
Marqués de la Fuensanta del Valle y Sancho Rayón, en su Colección de libros raros ó curiosos, una desconocida, escrita por Diego del Castillo, en defensa de D. Álvaro de Sande , y no sola, toda vez que Nicolás Antonio vió y cita en la Bibliotheca hispana nova, tomo I, pág. 273, del mismo autor, otra cuyo paradero se ignora, intitulada Historia de la liberación de D. Álvaro de Sande y de la toma del Peñón de Vélez de la Gomera y el suceso de la armada enviada por el gran Turco sobre la isla de Malta.
Palabra del Dia
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