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El bandido se sobrecogió de terror porque imaginó al principio que el viejo guarda, o lleno de envidia por la ventura que otros iban a lograr, o enojado porque le profanaban su mansión, donde el día antes había estado todavía de cuerpo presente, venía ahora capitaneando una legión de demonios para llevárselo al infierno.

Llegó ayer, y voy a tener el honor de presentárselo, porque hele aquí que entra. Efectivamente apareció a la sazón en el umbral de la puerta un joven alto, moreno, de semblante tranquilo y frió y vestido con elegancia; lucía en su solapa la cinta de la Legión de honor, de la estrella Polar de Suecia y de Santa Ana de Rusia.

En un período de cincuenta ó sesenta años del siglo XV brilla en el país de Flandes legión numerosa de grandes pintores, cuyos cuadros, si alguien ha igualado, nadie ha sobrepujado jamás.

Después de la muerte de su aviador, parece sentir un gran afecto por ese teniente de la Legión extranjera, ese español tan enfermo, que tal vez morirá el día menos pensado, lo mismo que el otro.

Habían ido en devota peregrinación a Lourdes y a Roma, y de allí habían traído varias reliquias del referido Santo, el cual había sido uno de los seis mil mártires de la legión Tebana; y por dicha, resultaba probado con evidencia que fué natural del pueblo más importante del distrito por donde el marido de Rosita solía salir diputado.

Creo que va á hacerse soldado; me habló de la Legión extranjera. De él se puede esperar cualquier disparate. ¡Un hombre que gana y huye!... Luego, como si la máquina desarreglada de su cerebro funcionase lógicamente por unos segundos, añadió, con una sonrisa maligna: Doña Clorinda también se ha ido á París.

Sobre el pecho de su uniforme amarillo mostaza llevaba, con los cordones rojos, símbolo de heroísmo dado á los batallones extranjeros, la Cruz de Guerra y la Legión de Honor. Clorinda, que se consideraba con mayores derechos por haberle «descubierto», pensó un instante en llevarlo á vivir con ella, para atender mejor á su cuidado.

Excusado me parece ponderar el efecto que en un hombre de carácter enérgico y además acostumbrado al mando harían las insolencias de aquel rapazuelo montaraz y deslenguado. Afortunadamente para entrambos cuidó muy bien el muchacho de no ponerse á tiro, y silbando á su ganado, desapareció por el bosque. Ese tuno debe tener metida en su cuerpecillo toda entera una legión de diablos.

Aquella legión de diablos le rodeó, dando alaridos; un bastonazo le derribó la chistera tornasol, y empujón va, empujón viene, le dieron el gran manteo, entre risas y burlas. Como pelota, iba de un lado al otro, sudando, gesticulando, descompuesto. Quilito le arrancó uno de los faldones y lo izó en la punta de su bastón. ¡Basta, dejémosle! gritó Jacinto.

¡Juventud... juventud! decía . Usted, Martínez, es la España que viene; yo la España que fué y no resucitará nunca. Estoy convencido de que el mundo va por otros caminos. Sostenía frecuente correspondencia con muchos voluntarios españoles de la Legión.