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Actualizado: 11 de mayo de 2025
El padre, siempre silencioso é impasible, recibía las visitas, estrechaba manos, agradecía con movimientos de cabeza los ofrecimientos y las frases de consuelo. Al cerrar la noche no quedaba nadie. La barraca estaba obscura, silenciosa. Por la puerta abierta y lóbrega llegaba como un lejano susurro la respiración cansada de la familia, todos caídos, como muertos de la batalla con el dolor.
Por donde quiera que pasaba, quedaba un rastro de sangre. Al fin bajaron al piso bajo, y el bufón señaló un rincón oscuro en una sala lóbrega. Dejémosle aquí dijo.
Y por lo que toca a su negra que dicen honra, tomaba una paja de las que aun asaz no había en casa, y salía a la puerta escarbando los dientes que nada entre sí tenían, quejándose todavía de aquel mal solar diciendo: "Malo está de ver, que la desdicha desta vivienda lo hace. Como ves, es lóbrega, triste, obscura. Mientras aquí estuviéremos, hemos de padecer.
Y ella, apagando su ira, que horrenda y aterradora brillaba en sus negros ojos, y con dulce y cadenciosa voz, que doliente imploraba, apenada y melancólica, ¡Ved, señor, que éste es mi hijo y que es mi esperanza sola! exclamó; y el fiero xeque, con voz terrible, espantosa, en que vibraban heridas las fibras de su alma rotas, ¡Maldito! exclamó ¡maldito! y huyendo, la calle lóbrega ganó, se perdió por ella, y con voz triste, medrosa, ¡Maldito! repitió un eco que surgió de entre la sombra.
Lucía, a su vez, comparaba su casa de León, antigua, maciza, y lóbrega, con aquella vivienda, donde todo era flamante y gentil, desde los encerados relucientes pisos hasta las cortinas de cretona azul rameadas de campanillas rosa.
A la derecha, en la prolongación de aquella cuadra lóbrega, un sicario manchado de sangre daba garrote a las aves. Retorcía los pescuezos con esa presteza y donaire que da el hábito, y apenas soltaba una víctima y la entregaba agonizante a las desplumadoras, cogía otra para hacerle la misma caricia.
Benedicta, realizada su venganza, dió vuelta a la llave y lo sacó del encierro. Si aspiras a mi amor le dijo empieza por ser mi cómplice. El premio lo tendrás cuando este cadáver haya desaparecido de aquí. La calle está desierta, la noche es lóbrega, el río corre en frente de la casa... Ven y ayúdame.
"Aquí arriba lo encontré, y venía diciendo su mujer: "Marido y señor mío, ¿adonde os llevan? ¡A la casa lóbrega y oscura, a la casa triste y desdichada, a la casa donde nunca comen ni beben I Acá, señor, nos le traen." Y ciertamente, cuando mi amo esto oyó, aunque no tenía por qué estar muy risueño, rió tanto, que muy gran rato estuvo sin poder hablar.
Y por lo que toca a su negra, que dicen honra, tomaba una paja, de las que aun asaz no había en casa, y salía a la puerta escarbando los dientes, que nada entre sí tenían, quejándose todavía de aquel mal solar, diciendo: "Malo está de ver, que la desdicha desta vivienda lo hace. Como ves, es lóbrega, triste, oscura. Mientras aquí estuviéremos, hemos de padecer.
Fuera de aquella cáscara de piedra reinaba la noche, una noche lóbrega, de profundo misterio. Al través de los muros parecía filtrarse ese solemne silencio que cae de lo alto, y en el cual los ruidos más leves adquieren proporciones pavorosas, como si el rumor se escuchase a sí mismo. Creía percibir Febrer los latidos de la circulación de su sangre en esta calma profunda.
Palabra del Dia
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