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Actualizado: 3 de junio de 2025
Acordéme al fin de mis imprudentes palabras, y no fuí condenado mas que á exercicios, la disciplina, y treinta mil reales de multa. Lleváronme á dar las gracias al inquisidor general, sugeto muy afable, que me preguntó que tal me habia parecido su fiesta. Rospondíle que era deliciosísima, y fui á dar priesa á mis compañeros á que saliésemos del pais, puesto que es tan ameno.
Disipábase gradualmente su amargo desaliento y su alma revivía y se reconciliaba cordialmente con la existencia y con los hombres. Una tarde, apoyado en el ángulo del convento que hacía frente al mar, observaba el grandioso espectáculo de uno de los temporales que suelen inaugurar el invierno. Una triple capa de nubes pasaba por cima de él, rápidamente impelida por el vendaval.
Nada de vestidos nuevos ni de limosnas; todo debían dedicarlo á las elecciones, á comprar votos, á corromper la voluntad de la gente, para sacar triunfante al candidato de Dios y deshonrar de paso aquella institución del sufragio, que borrando las clases y colocando el pequeño al nivel del grande, trastornaba las leyes de la antigua sociedad.
¡No hay levas conmigo! replicó Monipodio . ¡La bolsa ha de parecer, porque la pide el alguacil, que es amigo y nos hace mil placeres al año! Tornó a jurar el mozo que no sabía della. Comenzóse a encolerizar Monipodio, de manera, que parecía que fuego vivo lanzaba por los ojos, diciendo: ¡Nadie se burle con quebrantar la más mínima cosa de nuestra orden; que le costará la vida!
Vió á Celinda que celebraba su broma tirando del lazo; y para no ser derribado, tuvo que marchar hacia la amazona.
Las puertas de la catedral de Santiago se veían todavía clavadas en las vigas de la mezquita en tiempo de Ambrosio de Morales. Véase su Crónica general, lib. XVII, cap. 23. Ebn Adzarí, traduccion del Sr. Gayangos; Al-Makkarí, t. 1, lib. III, cap. 2. Téngase presente para esta esplicacion la lámina que representa el Plano de la mezquita.
Momentos antes de salir le escribía a su benefactor señor Mendive: «De aquí a dos horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto, y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente un hombre, solo a usted lo debo y de usted y solo de usted es cuanto de bueno y cariñoso tengo.
A todo callaba Andrés, suspenso e imaginativo, y no acababa de caer en la traición de la Carducha.
Siguió el paso gracioso de las tapadas de negro manto, que le hicieron recordar á su tío el médico. En las noches de remolienda apartaba su vista muchas veces de los beldades morenas y jóvenes que danzaban la zamacueca en medio del salón. Le interesaban las matronas envueltas en velos de luto que hacían sonar el piano y el arpa, acompañando la danza con cánticos suspirantes.
»Carlos palideció; yo me apresuré a decirle: »Y aun entonces, a usted le tocará preguntar y a mí obedecer. Parta usted, pues que es necesario, y si me ama, vuélvame pronto la dicha que se lleva privándome de su presencia.
Palabra del Dia
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