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Si ella había comprendido que, al quererla suya, pensaba rescatarla, llevar a cabo un acto generoso, ¿habría resistido y se había dado la muerte, no por fidelidad a Zakunine, sino por la desesperada certidumbre de una desinteligencia fatal a ese nuevo amor? Y muerta ya para él, ¿cómo pretendía juzgarla aún?

En esta ocasión, como en otras muchas de este libro, advierto á mis lectores escribo muy en serio, llevando por norma la pura verdad. Hago esta salvedad, por juzgarla muy oportuna antes de decir lo que conservo en mi memoria y en las notas de mi cartera. Lucban tiene 12.247 habitantes, que son otros tantos artistas. El oro, la plata, el acero y el hierro los manejan á la perfección.

¡Oh! déjeme, doctor, que lo felicite por su folletín de El Nacional; ¡qué linda, qué linda página! ¿La ha leído usted? ¡Linda era en efecto!... ¡qué lástima que mis ex-ministros no sean capaces de juzgarla; son todos unos civilistas... aaah! dijo el doctor, mirando al señor de las Vueltas con marcada intención.

Eppie, mi querida dijo Godfrey, mirando a su hija, no sin cierta confusión al pensar que tenía bastante edad para juzgarla , nosotros desearíamos que siempre demostrarais afectos y gratitud a un hombre que os ha servido de padre durante tantos años, y nos esforzaremos en ayudaros a hacerle feliz.

Como hoy mismo voy a presentarte a esas inocentes, sería inútil ocultarte que tan aventajada criatura es la señorita de la Treillade, y no parece de más advertirte que esta mañana precisamente, me la recomendaba, tía cual un modelo de todas las virtudes... Verdad es que añadía que era muy instruída... en lo que, como has visto, no se equivocaba... Cuando pienso que tal vez me hubiera decidido por ella, siento escalofríos... Ahora comprenderás por qué razón he prescindido de todos los principios de la delicadeza ante la idea de darme exacta cuenta sobre los principios de esa señorita... Diríase que la suerte me ha presentado la ocasión de juzgarla... Te aseguro que no me arrepiento de mi falta... ¡Vamos a almorzar!

Se vio entonces protegida en cierto modo por aquel ruido, envolviéndose en él su confesión y su descuido de toda regla conforme con la etiqueta, cuando los vigorosos brazos del joven la ayudaban a bajar del caballo, pareciendo juzgarla ridículamente pequeña y liviana.