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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Hay, además, intrigas amorosas, escenas de la vida militar, etc. La comedia El animal profeta , ó la vida de San Julián, pertenece á este mismo género excéntrico y arbitrario; pero á lo menos hay en la acción más unidad y enlace entre sus diversas partes.

La Villana de Getafe, La Serrana del Tormes y la heroína de Los Donaires de Matico, urden las más osadas intrigas y traiciones. En las dos últimas, y en algunas otras de Lope, se encuentra la invención, tan repetida después en el teatro español, de una dama que se disfraza con vestidos de hombre para seguir á su amante, ó para desbaratar los planes de los desleales.

Como en general no se sabe hablar de nada, sino de intrigas amorosas, como no se habla de artes, de ciencias, de cosas útiles, como ni de política se entiende, no se puede uno dirigir ni sonreír tres veces a una mujer; no se puede ir dos veces a su casa sin que digan: «Fulano hace el amor a Mengana». Esta expresión pasa a sospecha, y dicen con una frase por cierto bien poco delicada: «¿Si estará metido con FulanaAl día siguiente esta sospecha es ya una realidad, un compromiso.

Cuando había en el fondo amor, se consideraba como una especie de ilusión fantástica que embellecía y tranquilizaba la vida, y cuanto más se apropiaba los brillantes colores del romanticismo, satisfacía también más cumplidamente á las exigencias poéticas de aquella edad, y con tanta mayor razón, cuanto que las intrigas más extrañas é ingeniosas eran el medio más adecuado á la consecución del fin á que se encaminaban.

Don Tiburcio no se dejó convencer; cojera era su propia cojera, sus señas personales; eran intrigas de Victorina que le quería tener á toda costa vivo ó muerto, como desde Manila había escrito Isagani. Y el pobre Ulises dejó la casa del sacerdote para esconderse en la cabaña de un leñador. Ninguna duda abrigaba el P. Florentino de que el español buscado era el joyero Simoun.

Si Virués hubiese sido consecuente con estas ideas en las demás partes de su obra, sin perder de vista su objeto, su Dido sería, sin duda alguna, el primer ejemplo de una tragedia verdadera de la época moderna; pero era imposible lograrlo trazando intrigas amorosas, que dañan á la acción principal, é impiden que se obtenga el deseado efecto.

«¿Sabes le dijo que mi hijo Melchor ha emprendido un gran negocio? Llegó aquí el mes pasado. Por cierto que me cogió desprevenido. Yo le creía en la Habana. Pero el Capitán General le quitó el destino a los veinte días de haber tomado posesión de él y me lo embarcó para la Península... Intrigas políticas... envidias y miserias.

¿Se silbó? ¡Ya ve usted! intrigas. ¡Picardía! Conque yo quisiera que no sucediese otro tanto con la traducción ésta y la tragedia. El segundo objeto que nos trae es el de que usted lo dirija, dándole algunos consejos a mi Tomasito, porque yo ya le he dicho que no debe limitarse al teatro... que el campo de la literatura es muy vasto, y que el templo de la fama tiene muchas puertas.

Esperamos que la calle de Lepelletier se despejase un poco de los infinitos carruajes que la ocupaban, y yo no podia menos de decirme entre tanto, al mismo tiempo que contemplaba el frontispicio de la Grande Opera: ¡qué poco sabrá más de un espectador las intrigas y los misterios que se disputan las horas del dia y de la noche, bajo la techumbre de esa enorme bóveda!

No, señor, no. Si es en el teatro, cincuenta pesos me dieron por una comedia que me costó dos años de trabajo, y que a la empresa le produjo diez mil pesos en menos tiempo; y creyeron hacerme mucho favor. Ya ve usted que salía por ocho centavos diarios. ¡Oh! y eso después de muchas intrigas para que la pasaran y la representaran. Desde entonces, ¿sabe usted lo que hago?

Palabra del Dia

ciencuenta

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