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Actualizado: 18 de junio de 2025


La santidad del lugar, la grandiosidad de las ceremonias, la melodía imponente que resonaba en el recinto sagrado, los vapores del incienso mezclándose con el humo de las antorchas funerarias, un sacerdote augusto elevando al Todopoderoso las oraciones de la multitud, una muchedumbre piadosa haciendo un llamamiento a la misericordia inagotable del Creador sobre la tumba de la criatura, el mismo Dios, bajando para reunir a los fieles al pie del trono de su padre y cerca de , en aquella caja , bajo las tristes vestiduras de la muerte, una joven que no había tenido tiempo aún de recibir los besos del esposo amado y que tan pronto había trocado las rosas por los cipreses, las delicias de la primavera por los secretos del porvenir, el lecho nupcial por una fosa, ¡una virgen que no se había despojado aún del traje de novia y se veía arrojada para siempre a la tierra húmeda y profunda, a merced de todas las intemperies y de todas las inclemencias! ¡Inocente Cornelia! ¡Ayer ¡ay! llena de perfecciones y de bellezas, hoy inanimada por la muerte!

No dejaba yo de acudir a la misma fuente que ella en demanda de los mismos alientos; pero ahondaban mucho más las raíces de la vida en, mi naturaleza curtida de las intemperies del mundo, que en el organismo tierno y virginal de aquella criatura, y por eso no resultaban iguales en los dos los frutos de un mismo esfuerzo moral. De pronto se produjo un fenómeno en la agonía del enfermo.

Hablando de estas cosas, me faltó tiempo para pedir a Neluco algunas noticias sobre el octogenario Marmitón, antes de llegar a su portalada, cuyas dovelas, removidas y desportilladas ya por la acción de las intemperies y de las yedras y jaramagos que las invadían por todas sus junturas, me recordaban un poco la mandíbula superior de su dueño cuando yo soñé que le había visto devorar troncos y peñascales.

Luz tenía diez y ocho años cuando su madre se decidió a sacarla para siempre de su escondrijo. A ésta le remordía algo la conciencia, por parecerle demasiado larga la prisión; a la prisionera le daba lo mismo irse que quedarse, si es que no prefería aquella vida de invernadero en que se había desarrollado, a las intemperies de un mundo que desconocía.

De este desgraciado principio nacen las despoblaciones, la ruina del Estado, y la muchedumbre de males y enormes excesos que se cometen: con los cuales están tan avenidos y familiarizados, que parece peligra la verdad si no los viésemos casi desnudos, endurecidos con las intemperies, è insensibles á sus males.

La formacion de estas poblaciones debe ser, previendo en su orígen todos los inconvenientes que el descuido, las intemperies y el transcurso de los tiempos, hacen tocar en sus progresos las mas veces sin remedio, por los daños que se infieren á las posesiones de buena , y á que dán ocasion la ignorancia ó inexactitud de los delineamientos en su orígen, fijándose muchas veces en puntos que desaparecen, ó que la malicia destruye por intereses particulares.

Palabra del Dia

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