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Actualizado: 27 de junio de 2025
La única determinación firme que nacía de todo ello era la de despedir a Arturito, que ya le parecía insufrible. Pero Rafaela era la bondad misma y, antes de hacer la herida que consideraba indispensable hacer, preparaba bálsamos para curarla.
La característica no existe por sí en el drama, sino como esclava de la intención poética: sería insufrible en cualquiera composición una pintura general y prolija de los caracteres de los personajes.
Quizas no será difícil descubrirlo en la misma apología; quizas no sea difícil notar la vanidad insufrible, el carácter áspero, la petulancia, la maledicencia, que le habrán atraido el odio de los unos, el desvío de los otros, y que habrán acabado por dejarle en el aislamiento de que injustamente se lamenta. El arruinado.
Y mientras atravesaban el Mercado con pasos tímidos, resbalando en el barro pegajoso que cubría las losas, el joven oía a Tónica con la falsa atención del cómico en la escena, que finge escuchar mientras piensa en lo que va a decir. Juanito se indignaba sin saber por qué. ¡Qué manera de explotar aquellas señoras a la pobre Tónica! ¡Era insufrible!
Alabado sea Dios, que lo dispuso. Alabado sea Dios, que ha castigado después tan justamente mi culpa; pero, se lo confieso á V., el castigo que más me ha dolido siempre, el que más me duele todavía, es el tener que despreciar al hombre que he amado. Ya lo sabe V. Usted me halla insufrible: yo le hallo á V. despreciable. Váyase de aquí.
La charla gozosa del viejo le parecía insufrible en aquel momento. Pero por más que hacía no lograba despegarse. Al fin tuvo que decir con acento malhumorado: Vaya, déjeme usted, señor Rafael, que tengo prisa. El viejo le miró á la cara sorprendido y, observando su palidez, soltó la carcajada.
Pregúnteselo usted a tía Tomasa. Hasta dicen que si son tan amigos es porque ella le fabrica cierta untura que le sienta como de mano de ángel. Lleva un perro rabioso agarrado a salva sea la parte, y por eso tiene ese genio insufrible. La mañana que se levanta de mal teque, tiembla el palacio y después toda la diócesis. Es un hombre bueno, pero cuando le muerde detrás la mala bestia, hay que huir.
Héctor, hecho una miseria, se quedó en Peleches al cuidado de su padre. El cual, con esta cruz sobre la de sus muchos años, y el martirio, cada día más insufrible, de la prevaricación de su hija, se murió muy pronto. Con esta muerte, como con la de su yedra el muro vacilante, la vida de Héctor, insostenible por sí sola, se puso a punto de acabarse.
Mas no hay que acoquinarse por eso ni por mucho más. D. Acisclo no se acoquinaba; tenía confianza en su energía propia, y estaba resuelto a pelear contra D. Paco, cuya tiranía se le había hecho insufrible.
De todos modos, algo que refrescaba aquel ardor insufrible que los vapores de la ira habían levantado en su pecho. Permaneció inmóvil hasta que los gritos cesaron. Los ojos brillaban, el pulso latía con más celeridad. Así se dice que el corazón de la fiera palpita a la vista de su víctima. Fue el comienzo de los martirios de la niña.
Palabra del Dia
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