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Actualizado: 30 de junio de 2025
Estoy seguro que tu madre o Jaime lo retienen abajo. ¿No quiere usted que yo me quede? No, no, estoy fuerte, no te inquietes inútilmente. Anda, hija mía, y mándame a Juan.
Después, así que se hubo puesto un ancho sombrero de fieltro, subió la escalera y dijo en voz baja: Hija mía, tardaré algún tiempo en volver, pues tengo que ir bastante lejos; pero no te inquietes. Si alguien pregunta dónde estoy, le dices: «En casa del primo Matías, en Saverne.» ¿No quiere usted almorzar antes de salir? No; me llevo un pedazo de pan y la calabacilla de aguardiente.
No habrá ocasión tan presto Cuando te llame a verme, Que presto la ha de haber, aunque ya es tarde. Y en pago, esposo, desto, Tan tuya quiero hacerme, Que entre mis brazos tu venida aguarde. ABIND. Huya el temor cobarde, Señora, de mi pecho, Si ese bien me prometes. JARIFA. Paso: no te inquietes, Que por ventura por mi bien se ha hecho; Que, viniendo secreto, Tendrán nuestros deseos dulce efeto.
No te inquietes, querida mía y el señor Aubry para tranquilizar a su esposa trató de afirmar la voz: estoy mejor. Pero quisiera acostarme. Jaime, hazme el favor de telegrafiar a Juan que venga inmediatamente; lo necesito. Y como Jaime comprendiera que su padre estaba agitado por una preocupación grave, se apresuró a tranquilizarlo.
Vé, pues, y por mí reza; y reza solamente diciendo á Dios: «¡Tú eres nuestro Padre clemente! ¡Piedad! ¡Tú eres el bueno! ¡Tú eres el inmortal!» Deja ir la palabra donde el alma la envía. No te inquietes por ella, todo sigue su vía; no pienses el camino que ella puede tomar.
Por lo demás, no te inquietes; la lucha será pacifica; basta que vosotras nos lanceis al estudio, desperteis en nosotros nobles, elevados pensamientos y nos alenteis á la constancia, ¡al heroismo con el premio de vuestra ternura! Paulita conservaba su risa enigmática y parecía pensativa; miraba hácia el río dándose en las mejillas ligeros golpecitos con el abanico.
Si vuelven, que no volverán, se quedarán en la sala, y por nada de esta vida las dejaré entrar en la recámara. «No te inquietes ni te aflijas; si hay algo grave te escribiré para que vengas. Sarmiento me ha ofrecido decirme la verdad. Ayer le escribí a Linilla con unos músicos que fueron a San Sebastián a tocar en los oficios de la Semana Santa. ¡Qué Semana Santa voy a pasar, hijito!
Pero no por eso te inquietes, ni desconfíes de encontrar remedio a tanto daño, alivio a los males y buen desenlace a tanta contrariedad.
Palabra del Dia
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