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Era un aliento vivo y poderoso que ensanchaba su corazón y lo inundaba de sentimientos vagos y sublimes. Ni uno ni otro hablaron. Gozaban contemplando la majestad y grandeza del océano con un sentimiento humilde de su pequeñez y con vago deseo de participar de su fuerza sagrada e inmortal.

Quisiera ahora para mi palabra la más suave y persuasiva unción que ella haya tenido jamás. Pienso que hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos, cualesquiera que sean, es un género de oratoria sagrada. Pienso también que el espíritu de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal vegetación.

Los dolores de este mundo nos hacen creer que éste es un pasaje de tránsito y prueba, que después de esta vida, triste y amarga, hay otra eterna donde nuestra alma inmortal gozará al fin la felicidad más pura. Usted, que ha padecido más que los otros, gozará de mayor premio.

Yo entiendo que el heroísmo y el martirio son altamente laudables por lo mismo que son raros. El héroe y el mártir alcanzan fama inmortal; pero es cuando la doctrina, la creencia, el pueblo o la sociedad por quien se sacrifican viene a triunfar al cabo.

Después, no queriendo salir de París, dedicóse al periodismo, y colaboró en Le Figaro casi diariamente, derrochando en notas breves, redactadas á vuela pluma y por estilo desenvuelto y brillante, el espíritu socarrón del inmortal barbero de Beaumarchais.

El que no puedo menos de citar nominatim es una Magdalena de Correggio, digna de figurar entre las primeras obras de este inmortal artista. Algo más despacio visité el Palacio de Felipe II, ó bien la que era morada principal de los Reyes de España cuando el melancólico hijo de Carlos V tuvo la humorada de hacer á Madrid capital de sus Reinos.

Pero lo más notable era la cara que ponía Julia cuando se separaba de Juan. De fijo que no se divirtieron tanto con el inmortal Manchego las doncellas de los Duques, ni la propia Lozana con los clérigos a quienes se vendía por nueva, como ella gozaba en contribuir al rendimiento del Tenorio decadente.

El porvenir sintetizará ambas sugestiones del pasado en una fórmula inmortal. La democracia entonces habrá triunfado definitivamente.

Nuestro inmortal Cervantes, haciéndose eco de este sentimiento general, afirma, no una sola vez, que es dificilísimo que un pobre pueda ser honrado.

Pasando de lo general de esta sentencia a su aplicación a las obras de la Santa, ¿qué duda tiene que hay en todas ellas, en la Vida, en El Camino de perfección, en los Conceptos de amor divino y en las Cartas y en Las Moradas, un interés inmortal, un valer imperecedero, y verdades que no se negarán nunca, y bellezas de fondo, que las bellezas de la forma no mejoran sino hacen patentes y visibles?