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Actualizado: 5 de junio de 2025
Obedeció Roger inmediatamente y sentándose después sobre apartada roca trató de recordar una á una las palabras del barón y su propia confesión; comparó también las desfavorables circunstancias que le rodeaban cuando por primera vez vió á su amada, novicio indigente y sin hogar, con la holgada posición que le creaba la prematura muerte de su hermano.
Uno de los rasgos característicos de Inglaterra es la tendencia hácia la ostentacion aristocrática, que se manifiesta en todas las clases, y sobre todo ¡quien lo creyera! en los mendigos y las gentes mas miserables. En Inglaterra, y particularmente en Lóndres, el indigente carece de la conciencia de su posicion.
¡Quién sabe cuántas maldiciones acompañan los suspiros del miserable indigente que así piensa, en tanto que el noble lord medita en el proyecto de una cacería ó en la seduccion de una jóven, ó el banquero egoista va calculando las ventajas de su juego de bolsa! La noche es el momento mas propicio para recibir el golpe de vista de las calles de Lóndres en su parte mas concurrida.
Allí la encontrarán a ella, bajo las mil formas de la madre de los pobres, y de la mujer piadosa, derramando los más íntimos misterios de sus escrúpulos y de sus humillaciones ante Dios. ¡Cuántas veces, hasta las mismas sábanas de su cama, que tomaba de su armario y rasgaba a medida de la necesidad, servían para vendar las llagas del viejo indigente, que curaba ella con sus propias manos!
Si hay un estado que exija mayor dignidad ó estimacion de sí mismo para soportarlo, es el de la pobreza. El indigente debe llevar en su exterior la lógica de su indigencia, que es su dignidad. Pero eso no sucede en Lóndres, la tierra clásica de la librea y la ostentacion.
El mendigo se viste como el lord, con la casaca del conde ó baronet, del banquero ó del ministro, con la diferencia de que los vestidos de estos son brillantes, limpios y magníficos, miéntras que sobre los miembros del obrero enhambrecido ó del indigente que pide limosna están asquerosos y hechos hilachas. El espíritu aristocrático y la vanidad los explican.
Mi querido Adalberto, te ruego que no me vuelvas a cantar tu antífona: «Marta era mi carne y mi sangre;» ya lo sabemos. Pero, si quería mostrárseme como una sobrina afectuosa y agradecida, ¿por qué no le trajo la dote necesaria? ¡Porque nada tenía, naturalmente, nada! Mi hermano murió indigente como una rata de iglesia. ¿Es esto decente en un miembro de mi familia?
Al ir hacia el café había preparado por el camino el discurso que le espetaría a Juan Pablo. Este discurso empezaba así: «Amigo mío, me he enterado de que la pobre mujer de su hermano de usted vive en el más grande apartamiento, arrepentida ya de su falta, indigente y sin amparo alguno...» y por aquí seguía.
Téngase presente que Lóndres cuenta casi tres millones de habitantes, que la afluencia de viajeros de todos los puntos del globo es inmensa, que durante la noche toda la poblacion indigente y la obrera sale á buscar en las calles limosna ó distraccion, que la circulacion de coches es de 13,000 por hora, por término medio, sin contar los millares de ómnibus y carros, cuyo conjunto asciende en la ciudad á la enorme cifra de 80,000 vehículos de ruedas, y por último, que la noche favorece las transacciones de todo género y las escenas de galantería á que da lugar la prostitucion, y se comprenderá toda la complicacion del cuadro inmenso que se ofrece á la vista.
Palabra del Dia
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