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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


¿Por mucho tiempo? No lo . Don Juan sintió posarse en sus hombros los brazos desnudos de la enamorada y oyó estas palabras, que le hicieron experimentar una indefinible confusión de miedo y de placer. ¡Juan mío, por lo que mas quieras en el mundo, no me dejes! ¿Cómo hablar, en tal momento, de intereses? ¿Qué va a ser de ? seguía ella . No tengo miedo al porvenir.

Uno de los obreros levantó la vista y le clavó una mirada indefinible de odio y desprecio. Cuando el mueble estuvo en su sitio, el duque mandó enganchar y se dirigió a sus habitaciones a quitarse el polvo. Poco después bajaba por la gran escalinata del jardín y montaba en coche, dando orden que le condujesen al hotel de su querida.

Pasó algo indefinible... Todos se sintieron como aletargados... La reina Victoria se arrodilló ante el fraile; el fraile la tendió como un cadáver a los pies del trono; rezó las oraciones del exorcismo... Y dijo: «Exi, Wycliffe!» Y surgió, revoloteando en amplia elipsis, hasta perderse en la sombra, un murciélago... Era el espíritu de Wycliffe. El fraile dijo: «Exi, Calvine

Bandadas increiblemente numerosas de papagayos de todas clases pasan atronando con su áspera gritería, que parece el eco de la voz del salvaje; y al traves de una vegetacion incomparable que constituye el fondo del inmenso cuadro, se desliza el Vapor, lanzando de tiempo en tiempo sus silbidos agudos y prolongados, cuyo eco repercuten las selvas y produce una sensacion indefinible de miedo y admiracion al mismo tiempo.

La inesperada ocurrencia de aquella mujer, delante de Lituca en quien tenía yo puestos los ojos y el pensamiento sin cesar, me desconcertó en tales términos, que no supe responderla más que con una risotada maquinal; y me hizo tan extraña impresión en los profundos del alma, que tomé la coincidencia como la voz de mi destino que me decía «ahora o nunca». Obcecado en la idea y sintiéndola crecer y avasallarme por momentos al ver lo que vi de pronto en la actitud violenta y en la cara indefinible de Lituca, me aproximé al médico lo más disimuladamente que pude, y le pedí que, por caridad de Dios, me sacara de allí a don Pedro Nolasco y a su hija, mientras decía yo dos palabras a la nieta.

Sus ojos, negros como los de su hija, tenían un fuego singular é indefinible, como si todas las pasiones del cielo y de la tierra y todos los sentimientos de ángeles y diablos hubiesen concurrido á crearle.

El primero que llegó á la altura se encontró con un viejo moribundo, tendido sobre la roca; metióle la bayoneta en el cuerpo, pero el viejo no pestañeó: tenía la mirada fija en el Carolino, una mirada indefinible y con la huesuda mano le señalaba algo detrás de las rocas.

Iba presa de una emoción indefinible, murmurando incesantemente: «calle de la Pasión... una casita baja, de revoque amarillo... que hace esquina...» Atravesaron la calle de Toledo, entraron en la de los Estudios, anduvieron toda la del Cuervo y, al llegar a la Plazuela del Rastro, preguntó Paz a una mujer dónde estaba la Ribera de Curtidores, con propósito de seguir adelante, hasta encontrar la esquina de la calle de la Pasión.

El tema de su canto, divagación amorosa tomada de los obreros negros, tenía un no qué conmovedor y una expresión íntima que la penetraba de un sentimiento indefinible.

En efecto, cuando el joven estuvo al fin de la crujía le dió en las narices un olor indefinible, suculento, emanación de cien guisos, aroma especial que sólo analiza un cocinero; guiado por aquel rastro, el joven siguió adelante, y muy pronto atravesó una gran puerta y se encontró en la cocina de su majestad.

Palabra del Dia

vengado

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