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Actualizado: 21 de junio de 2025


El mismo Aparisi y Federico Ruiz profetizaron luego en una sola cuerda... ¡Qué demonio! Ellos no se asustaban de la República. Como si lo vieran... no iba a pasar nada. Es que aquí somos muy impresionables, y por cualquier contratiempo nos parece que se nos cae el Cielo encima. «Yo les aseguro a ustedes decía Aparisi, puesta la mano sobre el pecho , que no pasará nada, pero nada.

Es preferible á la manzanilla y á la belladona cuando hay insomnio, ó sueño interrumpido y grande escitabilidad. Este medicamento se acomoda mucho mejor á las constituciones nerviosas y á las personas sensibles, impresionables, que tienen un carácter muy voluble, caprichoso.

Los Hispano-colombianos, que eran no pocos, se mostraban en general sencillos y cándidos, maravillándose de todo y muy impresionables, sin reserva en la expresion de sus pensamientos; se podía notar que los hábitos de la democracia habían formado en ellos el espíritu de independencia y cierta familiaridad expansiva que contrastaba con la reserva de las razas setentrionales de Europa.

Estos padecimientos se alivian considerablemente en la cama y con el calor; se agravan con el agua fria, el aire libre, con el frio y por la tarde; están en fin acompañados de adormecimientos y rigideces musculares; los sugetos son muy impresionables al frio.

Dichoso el que, trayendo formado su corazon y preparado su espíritu á todas las sorpresas y al estudio atento de todos los prodigios y fenómenos de la civilizacion, tiene la fuerza de resistir, sin dejarse deslumbrar, á esa fascinacion que todo lo desconocido y lo grande ejercen sobro las almas impresionables y sencillas!

La tintura á la dósis de 3 á 5 gotas tomadas en tres ó cuatro veces y durante tres dias, en el intérvalo apirético, en la remitencia, es un escelente febrífugo en los niños, en los sugetos nerviosos, impresionables y para todos los demás, cuando hay fenómenos gástricos y eretismo. § I. Historia. Vamos á tratar de la corteza de un árbol de la familia de las rubiáceas, Jussieu.

Todas las mujeres que yo llevaba tratadas en el mundo, con más o menos intimidad, como formadas en un mismo plantel y educadas con unos mismos fines, salvas muy importantes diferencias plásticas, de esas que tocan más al cuerpo que al espíritu del observador, me habían dado en definitiva una suma de semejanzas morales que llegó a parecerse a la monotonía, según mi manera particular de ver esas cosas; y de aquí, es decir, de esa condición mía, de la desgracia o de la fortuna de no haber sido formada mi naturaleza del mismo barro que la de otros hombres llamados «impresionables» la falta de verdadera curiosidad y, por consiguiente, de hondo interés hacia aquellas mujeres, a pesar de haber vivido con ellas en continuo trato.

A eso le responderé, en primer lugar, que no es en lo que mejor nos portamos, y, en segundo, que, según nuestras ideas, el varón ennoblece, principio, fíjese bien, que reposa sobre una acertada concepción de la naturaleza humana, porque hay en la mujer una delicadeza de instinto, una flexibilidad, una facilidad de asimilación, una plasticidad, por decirlo así... si me expreso mal, mi caro señor, repréndame usted sin embarazo... hay, decía, cualidades de flexibilidad que la hacen plegarse con prontitud a todas las condiciones de la vida social... Se podrá hacer una muy pasable duquesita de la hija de un cualquiera, pero, de ese mismo cualquiera no se hará nunca nada... Usted comprenderá fácilmente, mi caro maestro, que la palabra cualquiera significa en mi boca un hombre de dinero, no un hombre de talento... Estos tienen, por el contrario, algo de femenino en su naturaleza, que los pone al par casi casi con las mujeres más delicadas, más impresionables.

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