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Actualizado: 26 de junio de 2025


Luego, al saltar a otro país de cocoteros y bosques enmarañados, con ríos como mares, llanuras de infernal ardor, volcanes de cima humeante y lagos suspendidos entre cordilleras vecinas a las nubes, volvía a encontrar vestido de blanco, con el sombrero de paja en la mano, el mismo hidalgo cortés y ceremonioso; la dama de breve pie y ojos andaluces, discreta, juguetona y devota como una tapada de Lope; el antiguo convento colonial con sus torres encaperuzadas de azulejos que desgranan el campaneo de las horas en las tardes ardorosas o las noches lunares sobre calles de rejas ventrudas impregnadas de perfume de naranjo y de jazmín.

Las vidas de los santos, sus martirios y milagros, que Tirso solía leerla en el Año Cristiano, traducido del P. Croisset, eran para su imaginación como novelas de interés grandísimo, y la relación de aquellos gloriosos dolores y glorificaciones se le antojaban impregnadas de encantadora poesía.

Las explicaciones de la joven fueron largas, interminables é impregnadas de una profunda filosofía. Así era todo lo que salía de su espíritu, fértil en pensamientos elevados. Pero en vez de calmar el rencor de Velázquez dieron por resultado lo contrario. El guapo se sintió aún más humillado. Tuvo el talento, sin embargo, de disimularlo.

Lo que habían padecido aquellas pobres figuras en los últimos días, arrastradas de aquí para allí, puestas en ésta ó en la otra forma, sólo Dios, la mamá y el purísimo espíritu que había volado al cielo lo sabían. Estaban las rotas esculturas impregnadas, digámoslo así, del alma de Celinina, ó vestidas, si se quiere, de una singular claridad muy triste, que era la claridad de ella.

Era moneda tan corriente entre éstos que sus obras debían estar impregnadas de religión, monarquismo y sublimidad, que cada cual, sin conocerlas, las aplaudía de antemano, con admirable aplomo desde que el editor anunciaba que estaban en prensa.

Rosalía hablaba; ¿pero quién, sino el mismo Pez, podría recoger sus palabras, impregnadas de un cierto desconsuelo y melancolía dulce? La pobrecita no podía lucir nada, porque su marido... Ante todo, no se cansaría de repetir que era un ángel, un ser de perfección... Pero esto no quitaba que fuera muy tacaño y que la tuviese sujeta a un mal traer, deslucida y olvidada.

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