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Actualizado: 28 de julio de 2025


Celebrábanse con gran pompa funciones de desagravio a la Virgen por las impiedades vertidas en el Congreso de los Diputados, funciones que en alguna ocasión terminaron violentamente por la intervención del populacho.

Quiso Gasendo enmendarlos, como algunos dicen, christianizándolos; pero es tan imposible componer el epicurismo con la Religion Christiana como juntar la luz con las tinieblas. Lo que ha logrado Gasendo con sus trabajos es abrir el camino á los Deistas y Naturalistas de estos tiempos, que sin nombrarle no siguen otras máxîmas que las impiedades de Epicuro.

Pues, enemigo cruel de mi sosiego y de mi alma, dijo doña Guiomar, que más rudo enemigo que ni le he tenido, ni le tengo, ni tenerle puedo, ni hay criatura que en las impiedades de tal enemistad como la tuya caiga, ¿en qué te detienes? ¿qué aguardas? ¿qué miras? ¿qué dudas, que ya tu tiranía no ejercitas y a todo te atreves, y no mirando más que a tus gustos, por todo no atropellas?

A sus oídos llegaba muy aumentado el ruido de los excesos revolucionarios y de las impiedades diariamente vertidas por las hojas periódicas de la capital, aunque ella jamás osaba leerlas.

En más de una ocasión la Virgen grabada en el devocionario pareció mover sus líneas y alterar sus rasgos, dando al rostro divino las facciones de la mujer amada. Sus alucinaciones, aun tomando forma de impiedades, no llegaron a mancharse de lujuria; pero su misma voluntad, capaz de dominarlas, iba dejando de ser lo suficiente poderosa para evitarlas. Nadie, sin embargo, supo sus sufrimientos.

Pero el abogado no se fijó en esta admiración, enardecido por la proximidad de su triunfo. Allí quería él al doctor, ¿Conque la ciencia podía servir de medio é instrumento á la moral?... En Deusto, aunque Aresti no lo creyera, también les enseñaban algo de la ciencia moderna. Levantaban nada más que una punta del velo que ocultaba este cúmulo de impiedades, para aplastarlas con el santo peso de las buenas doctrinas.

Hoy no quedan de las glorias del puchero sino los innobles garbanzos cocidos, capaces de indigestar á un elefante, el vil chorizo y el desvergonzado tocino, que ha perdido su importancia desde que los moros y judíos han aceptado las impiedades de la cocina y la bodega cristianas.

Don Andrés le dijo que él respetaba como nadie la libertad de conciencia y de enseñanza; pero que si quería gozar de la tertulia de los señores de Roldan, debía ser como los catedráticos pagados por el Gobierno, que si son prudentes y juiciosos, se guardan sus impiedades para mejor ocasión, y en la cátedra, que es su tertulia de doña Inés, son muy comedidos y procuran no decir nada que ofenda las creencias de quien los paga o de quien los recibe.

Palabra del Dia

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