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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Había hecho poco antes una rápida aparición en el jardín de invierno, pero huyó al notar que su titulado pariente el alemán y el barón belga ocupaban la misma mesa de sus padres, con un visible deseo de aproximarse a ella. Después de breve eclipse asomó el rostro a una ventana inmediata al lugar donde estaban Fernando y su amigo.
Lafontaine huyó otra vez, y sus biógrafos le encuentran en París vendiendo de casa en casa las obras por entregas que publicaba el editor Lachatre: novelas folletinescas, libros de viajes, libros de Historia, de Geografía, de Arquitectura.
Huyó D. Paco por el pasillo adelante buscando refugio, y siguiendo tras él, dimos los tres en una gran pieza, desde la cual se pasaba a otra con espaciosas rejas a la calle, donde vimos el espectáculo de la más horrenda anarquía que pueden ofrecer en el interior de una honesta casa las demasías de la libertad.
Gracias a este accidente la patrulla le ganó considerable distancia; anduvo cerca de alcanzarle. Pero antes que esto sucediese, el forajido, alzándose con extremada presteza, huyó más ligero que el viento. Don Roque disparó los dos últimos tiros de su revólver, gritando siempre: ¡Date, ladrón! Desapareció por la esquina de la Rúa Nueva.
Se desasió de la mano acariciadora, sintióse movida por el prodigioso resorte de los nervios, lo mismo que si viese su vida en peligro, y huyó de Febrer como si fuese un asesino. ¡Jesús! Jesús!... Saltó, murmurando esta súplica, a alguna distancia de él, e inmediatamente empezó a correr con sus ágiles piernas de campesina, desapareciendo en una revuelta del sendero. Jaime no fue tras ella.
Huyó repentinamente de ellas toda la sangre y quedó densamente pálido. Y por un impulso ciego, superior a su voluntad, gritó fuera de sí: ¡Eso es una vileza! ¡Una cobardía! Y aun trató de lanzarse sobre él. Pero le detuvieron. D. Pedro gritaba mientras tanto a grandes voces, loco de furor: ¡Por fin caíste! ¡Por fin caíste, perro!
10 Y Saúl procuró enclavar a David con la lanza en la pared; mas él se apartó de delante de Saúl, el cual hirió con la lanza en la pared; y David huyó, y se escapó aquella noche. Mas Mical su mujer lo descubrió a David, diciendo: Si no salvares tu vida esta noche, mañana serás muerto. 12 Y Mical descolgó a David por una ventana; y él se fue, y huyó, y se escapó.
Estos escaparon también, como si las palabras del jayán les hubiesen devuelto la razón. Montenegro, al verse solo frente al cadáver, tuvo miedo. Comenzaban a crujir algunas ventanas después de la fuga precipitada de los matadores y huyó, temiendo que le sorprendiesen los vecinos junto al muerto. No se detuvo en su fuga hasta llegar a las calles grandes.
El desventurado huyó hacia el dormitorio, y cayó exánime delante del lecho de Evangelina. El conde de la Monclova, muy joven a la sazón, mandaba una compañía en la batalla de Arras, dada en 1654. Su denuedo lo arrastró a lo más reñido de la pelea, y fué retirado del campo casi moribundo. Restablecióse al fin, pero con pérdida del brazo derecho, que hubo necesidad de amputarle.
El ataque fue tan recio, que lancé un grito, dándome vuelta en el acto para enfrentarme con mi asaltante, pero tan ágil había sido éste, que antes que pudiera hacerlo, me esquivó el cuerpo y huyó. Oí sus pasos al retroceder corriendo por el camino de Earl's Court, y entonces grité llamando a la policía. Pero nadie me respondió.
Palabra del Dia
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