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Actualizado: 17 de julio de 2025


Psch... ¿y a , qué? Mira dijo ella cuando llegaron a un sitio menos desierto , no me cuentes más historias. No quiero saber más. Punto final. Rompió a reír, a reír, y el Delfín tuvo que preguntarle muchas veces la causa de su hilaridad para obtener esta respuesta: «¿Sabes de qué me río?

Y más poemas parece que compuso Homero, pero otros dicen que ésos no son suyos, aunque el griego Herodoto, que recogió todas las historias de su tiempo, trae noticias de ellos, y muchos versos sueltos, en la vida de Homero que escribió, que es la mejor de las ocho que hay escritas, sin que se sepa de cierto si Herodoto la escribió de veras, o si no la contó muy de prisa y sin pensar, como solía él escribir.

Todo esto he dicho, ama mía, porque veas la diferencia que hay de unos caballeros a otros; y sería razón que no hubiese príncipe que no estimase en más esta segunda, o, por mejor decir, primera especie de caballeros andantes, que, según leemos en sus historias, tal ha habido entre ellos que ha sido la salud no sólo de un reino, sino de muchos.

Así se ve en la Ilíada, que hay como dos historias en el poema, una en la tierra, y en el cielo otra; y que los dioses del cielo son como una familia, sólo que no hablan como personas bien criadas, sino que se pelean y se dicen injurias, lo mismo que los hombres en el mundo.

Era cosa imposible, porque el sistema de clausura empleado en la joven por sus tres carceleras, por aquel Cerbero femenino de tres cabezas y tres cuerpos, era inexorable. Clara vivía peor que un cenobita, peor que esos prisioneros de que hablan las historias antiguas, sepultados en vida, cuerpos vivos para el dolor y los horrores de la soledad. ¡Dios tenga piedad de esta infeliz!

¡Bah! ¿Quién se acuerda ya de esas vetustas historias? Por toda respuesta saqué del bolsillo un retrato del rey de Ruritania. Había sido hecho un mes antes de subir al trono y llevaba toda la barba.

Tía Pepa salió a mi encuentro, reclinó en mi hombro la encanecida cabeza, y sin decir una palabra me abrazó fuertemente. Cuando regresamos del cementerio me retiré a mi cuarto. Allá me siguió Andrés. Sentado cerca de mi pretendía distraerme con no qué historias de mi infancia. Yo le oía sin contestar. De pronto entró mi tía. Rorró: ¿te dieron una carta de Angelina? No. ¿Cómo no?

Se trataba, con frecuencia, de alguna conversación sin importancia que él había escuchado treinta años atrás y cuya recordación resultaba trivial. Otras veces, en cambio, eran anécdotas llenas de sabor humano. Pero el señor Molina atribuía a todas sus historias el mismo grado de interés.

Querido señor Domet le dijo , es usted demasiado encantador para que le devuelva tan pronto la libertad. Venga usted aquí, a mi lado, y cuénteme otra de esas historias tan interesantes que sabe usted. El excelente hombre obedeció con muy buena voluntad, aunque tenía por principio acostarse pronto y levantarse temprano.

Se mostró desconcertado el príncipe. «¡Entonces!...» Y se esforzó por descubrir qué obstáculo podía oponerse á su deseo. Si era por las cosas de su vida anterior, él las olvidaba. El príncipe Lubimoff tenía igualmente muchas historias que convenía no recordar... Dejemos en paz al pasado. eres otra mujer.

Palabra del Dia

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