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Actualizado: 16 de junio de 2025


Dicen los caballeros que no querrían que los hidalgos se opusiesen a ellos, especialmente aquellos hidalgos escuderiles que dan humo a los zapatos y toman los puntos de las medias negras con seda verde. -Eso -dijo don Quijote- no tiene que ver conmigo, pues ando siempre bien vestido, y jamás remendado; roto, bien podría ser; y el roto, más de las armas que del tiempo.

Taylor, que varias veces nos acusa de crueles, es cruelísimo con el pueblo español cuando le compara á un hidalgo empobrecido y casi hambriento, que lleno de vanidad y por seguir alternando con otros hidalgos ricos, es manirroto y despilfarrado, gasta más de lo que tiene y va derecho á la más espantosa ruina. Pues qué, ¿entiende el Sr.

Es imposible respondió el Cojuelo , porque decendemos todos de la más noble y más alta Montaña de la tierra y del cielo, y aunque seamos zapatero de viejo, en siendo montañeses, todos somos hidalgos ; que muchos dellos nacen, como los escarabajos y los ratones, de la putrefacción.

Vélez de Dueñas descendiente de don Llorente Vélez de Guevara, uno «de los trescientos hidalgos que ganaron a Jerez»,

Pues bien, el santo grupo estaba disuelto: allí faltaba San José o lo sustituía un clérigo, que era peor. No se veía al marqués casi nunca; desde el nacimiento de la niña, en vez de mostrarse más casero y sociable, volvía a las andadas, a su vida de cacerías, de excursiones a casa de los abades e hidalgos que poseían buenos perros y gustaban del monte, a los cazaderos lejanos.

Baltasar juró y perjuró que su amor era de la más probada y acendrada pureza, y que sólo limpios e hidalgos propósitos cabían en él; y en el calor de la discusión, los dos interlocutores se volvieron a hallar sentados en el parapeto, y la mano antes esquiva se mostró más tratable, consintiendo que la prendiesen dos manos ajenas.

Salen dos hidalgos a tomar el sol muy embozados en sus capas, y se encuentran al revolver de una esquina. «Hola, compadre, dice el uno: ¿cómo vamos?» Y el otro contesta: «Trampeando: ¿y V., compadre?» «Trampeando, trampeando tambiénreplica el que hizo la pregunta. Así nada tienen que echarse en cara, y se van juntos de paseo, en buen amor y compaña.

Con esto era difícil que en el pueblo, a no infundir una violenta pasión, se casase ninguna de ellas con los hidalgos o señores ricos; y como ambas eran muchachas finas, señoritas verdaderas, no era probable que se hubieran querido casar con ningún arriero palurdo o con ningún labrador rústico e ignorante.

La tiranía de los Reyes; la repugnante hipocresía de los cortesanos; la criminal ambición de la nobleza y su obstinado empeño de debilitar el poder real; el despotismo de los infanzones, ricos-hombres é hidalgos con sus súbditos; las discordias civiles, que desgarran el seno del país, todo esto se pinta en ellas magistral y claramente.

El humor español se hizo reservado y sombrío. Una verdadera peste de melancolía se propagó por todo el país como un vaho de purgatorio, inficionando las almas. Los hidalgos vestían de luto; la madera al uso era el ébano. Jamás fue tan lúgubre el aparato de la muerte. El espíritu se empeñó en extraer sus ideas primordiales del sepulcro mismo y de sus terribles podredumbres.

Palabra del Dia

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