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Actualizado: 21 de junio de 2025


La celebridad de su hijo, la admiración que causó en París la extraordinaria belleza de Susana, su hija idolatrada: las presentes alegrías, las halagüeñas esperanzas del porvenir y sobre todo la esperanza de que su hijo podía más adelante enlazarse con la joven inglesa, de tal manera excitaron la mano temblorosa de la madre, que durante tres meses, se observa en las páginas del diario un embriagador entusiasmo.

Y cuando yo, el Gobierno, el Congreso y el pueblo entero esperábamos tan deseada contestación, entregándose la mayor parte á las más halagüeñas impresiones, vino el fatal día 4 de Febrero, en cuya noche las fuerzas americanas atacaron de repente todas nuestras líneas, que estaban por cierto casi abandonadas, porque como sábado, víspera de fiesta, nuestros Generales y algunos jefes de los más caracterizados habían pedido licencia para retirarse al lado de sus respectivas familias.

Hay afinidades verdaderamente extrañas entre el espíritu humano y los distintos modos del saber, y aquel que por su organización parece no prendarse de las cosas ideales y halagüeñas, encuentra en las arideces de la Contabilidad los mayores encantos.

Tus magas misteriosas contemplo entusiasmado El rayo de la luna bañando su alba frente, Con blancas vestiduras cruzar rápidamente, Cual cruza por los aires celeste aparicion. Mi mente acalorada poblando los espacios Admira la aérea forma que tienen las porteñas, Sus ojos que derraman miradas halagüeñas, Sus lábios que destilan el bálsamo de amor.

Velarde sintió la necesidad de escribirle al punto, de vaciar en un papel aquel cariño, aquella angustia, aquellas lágrimas que le asfixiaban, y a grandes pasos tomó el camino de su casa, repasando lo que había de decirle, hilvanando una carta llena de cariño, de protestas, de esperanzas halagüeñas, de todo lo que a ella más le gustara... ¡Celebraba ella tanto sus gracias! ¡Cuánto se había reído veinte años atrás, cuando explicándole un día el catecismo, se espantaba él de que fueran sólo tres los enemigos del alma!

Cabía temer que también pasaran estas ráfagas consoladoras, como había pasado el huracán de antes, y yo lo temí seriamente; pero iban corriendo los días, y lejos de pasar con ellos, cada vez se dejaban sentir más halagüeñas y me traían nuevas fragancias.

El autor del milagro, porque de tal, a su juicio, podía calificarse, era un hombre de más de treinta años, arrogante figura, finísimo, muy listo y en extremo simpático, para quien ignorase que tan halagüeñas y brillantes apariencias, escondían una inteligencia dañina casi por instinto y un corazón que se asimilaba el mal, como cuerpo poroso que absorbe la humedad.

»Pensando y obrando de este modo, no perdió la confianza y el valor que le animaban ni por un solo instante; sólo él daba alientos a nuestro abatido espíritu, y hacíanos concebir las más halagüeñas esperanzas. »Algunas veces le veía ceder, a su pesar, a la inquietud, al dolor; pero estos momentos eran pasajeros, y en breve recobraba su serenidad y sonreía ocultando su pena.

Palabra del Dia

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