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Actualizado: 18 de junio de 2025


Gonzalo se confesó con sencillez que gustar... lo que se llama gustar de veras... como ahora Venturita, por ejemplo, nunca le había gustado. ¿Entonces por qué?... ¡Vaya usted a saber lo que son estas cuestiones! Era un niño, no hablaba con señoritas.

Dos meses despues divisábamos las costas del Brasil, y un ambiente embalsamado con el perfume de mil flores llegaba ya hasta mi, haciéndome gustar inefables y dulces emociones. Iba yo al cabo á echar pié sobre el mundo de Colon, sobre esa tierra de prodigios, cuya exploracion habia siempre ansiado aun en medio de los sueños de mi infancia.

Otras dudillas tenía además: la primera, si me querrían oír; la segunda, si me querrían entender; la tercera, si habría quien me agradeciese mi cristiana intención, y el evidente riesgo en que claramente me pusiera de no gustar bastante a los unos y disgustar a los otros más de lo preciso.

Lóndres es solo agradable para los ingleses: así como Paris es la ciudad de todos los extranjeros del mundo, la capital inglesa no puede gustar mas que á los hijos del pais. La sociedad es la mas difícil é innaccesible: si un extranjero no es introducido no hará una sola relacion aunque permanezca un año, pero una vez introducido, la sociedad es agradable y fácil.

Pero no lo era tanto cuando se acercaba á gustar prácticamente las delicias que, desde el fondo de los alfombrados gabinetes de las populosas ciudades, descubren los poetas entre el follaje de los bosques y sobre el blando césped de las campiñas.

No comprendo cómo os puede gustar ese ardor, ese picor de mil demonios. Los hombres, como si no tuvieran bastantes vicios, los inventan cada día...». Mauricia tiró el cigarro y apagolo con el pie. Fortunata, al mes de estar allí, tuvo otra amiga con quien intimó bastante.

Estoy como aquel a quien se le ha caído una casa encima. Mi salud se resiente de todas estas cosas: dígale usted al Sr. Vélez de Rada que cuando me vea, ya no le voy a gustar... ahora mismo se me va la cabeza, y noto unos desvanecimientos muy fuertes. Adiós, Padre; aconséjeme usted, porque no lo que me pasa.

Abriolo Ah-Fe en la soledad de su cocina, y descubrió un delantal de niña, recientemente lavado y planchado. Llevaba en el ángulo del dobladillo las iniciales C. T. Escondiolo el chino en un pliegue de su blusa, y prosiguió lavando sus platos en el fregadero con cándida sonrisa de contento. Unos días después, Ah-Fe se presentó a su señor. Yo no gustar Fiddletown: Yo muy enfermo. Yo marchar.

El estado actual de Francia me horroriza: los periódicos avivan el voraz incendio, que existe no solamente en la opinión sino en los corazones. Hemos tenido aquí grandes luchas con motivo de las elecciones entre M. Rambuteau y M. Doria; Dios no puede gustar de estos hechos en que se calumnian los hombres mutuamente.

Y allí se sentaron los cinco jóvenes, a gustar en sus tazas de coco el rico chocolate de la casa, que en hacerlo fragante era famosa. No tenía mucho azúcar, ni era espeso. ¡Para gente mayor, el chocolate espeso! Adela, caprichosa, pedía para la taza que tuviese más espuma.

Palabra del Dia

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