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Actualizado: 1 de octubre de 2025


No es esto ciertamente lo que la señorita Guichard esperaba; luego es preciso prevenirla." Fortunato atravesó el jardín con paso tranquilo y entró en el salón de baile; Bobart le siguió y al llegar á la puerta vió que llamaba á Mauricio y Herminia y les daba explicaciones que los jóvenes escuchaban con extraordinaria atención.

Reflexionando sobre esto, relacionó el disimulo de Mauricio y de Roussel con la vigilancia ejercida por la señorita Guichard; y los disfraces de los unos le pareció que correspondían exactamente á las medidas de la otra.

Porque, sin una completa reconciliación, ¿cómo iba á poder Fortunato ir á casa de la señorita Guichard para ver á sus hijos? Mauricio, en la expansión de su alegría, no miraba tan lejos. Además para él la reconciliación era segura; y como quiera que fuese, en casa de la señorita Guichard ó en otra parte, la vida se le aparecía de color de rosa.

Perseguidos por las injurias que les dirigía el dueño del perro gris, volvieron á entrar en el castillo. ¡No has estado heroico, Bobart, dijo la señorita Guichard con acritud. Nos has dejado insultar, á mi sobrina y á mi, por ese miserable, sin contestar siquiera.

Las precauciones estaban bien tomadas y la señorita Guichard sabía lo que había hecho alojando á Herminia en aquellas habitaciones. Á falta de las ventanas quedaba la puerta que daba á un largo corredor embaldosado en cuyo extremo estaba la escalera de servicio que conducía á las dependencias.

Dame ese papel, dijo la señorita Guichard; en él encontraremos acaso alguna indicación acerca del nombre y la condición social de este joven.... Herminia entregó dócilmente la carta y no bien su tía hubo echado sobre ella una mirada, palideció, y con una emoción inexplicable exclamó: ¡Es su letra!

Cogió las manos de la señorita Guichard y con sollozos y ruegos se las besó apasionadamente.

Si, lo es, si rompes el matrimonio. En efecto, es verdad. La señorita Guichard creyó necesario dejar esta esperanza á su cómplice. "Me servirá mejor, pensó, si trabaja para mismo al mismo tiempo que para mi." ¿Y qué instrucciones me das? preguntó Bobart. Vigila atentamente á Roussel cuando venga y trata de saber lo que prepara. Pero prudente.

¡Oh! no se parece á Clementina ... Pero te decía que me había contenido el temor de que fueses víctima de la señorita Guichard, como lo he sido yo ... He pensado mucho en todas estas cosas desde que volví de mi viaje y he adquirido la certidumbre de que podrás escapar al peligro. ¿Qué es lo que quieres, en suma? Una mujer y no una fortuna.

Y, sin embargo, si en ese instante Fortunato hubiese proferido una sola palabra afectuosa; si hubiera procurado hacer vibrar el corazón apasionado de la señorita Guichard, la hubiese hecho prorrumpir en sollozos, la hubiera obligado á pedir gracia y la hubiera permitido demostrar la verdadera ternura que sentía por él.

Palabra del Dia

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