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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
La causa de todos estos males era doña Beatriz. Por culpa de doña Beatriz creía Elisa que se había enamorado del Conde; por culpa de doña Beatriz creía que el Conde la desdeñaba. La cólera se apoderó de su alma; la cólera arrojó de allí todo sentimiento generoso, todo escrúpulo, toda consideración que se opusiera a la venganza.
Así es que, impresionado por unos poemas que describían el efecto de las costumbres de California sobre un alma sensible y las vagas aspiraciones al infinito de un pecho generoso a la vista del cuadro desconsolador de la sociedad californiana, decidió buscar a la ignorada musa.
Y ante esta idea que la aterraba, la infeliz mujer, abrumada por el dolor y debilidad por la inanición, sufrió un ligero desvanecimiento. Hízola la marquesa tomar una taza de caldo y una copa de vino generoso, y poco a poco logró al fin tranquilizarla.
Miguel, en su silencioso entusiasmo, enumera lo que acaba de hacer por la humanidad este gran pueblo, tenido hasta poco antes por egoísta y positivo, y que se presenta como el más romántico y generoso.
Defiendo a nuestra pobre naturaleza humana contestó la joven. No todos los hombres, Amaury, tienen su alma inflexible y su inmutable constancia. Debe usted ser más generoso compadeciendo las debilidades de que no participa. Según eso replicó Amaury, Felipe encuentra indulgencia en su corazón... Y es Antoñita...
La guerra había debilitado las precauciones de don Marcelo, y la familia vivía ahora en un descuido generoso. La madre, á imitación de otras dueñas de casa, hacía provisiones para meses y meses, adquiriendo cuantos víveres podía encontrar.
Por más que existiesen entre ambos notables puntos de desemejanza, tocaban sólo á la superficie, dejando incólume el fondo, igualmente generoso y honrado. El ingenio y la discreción no eran las cualidades sobresalientes de D.ª Rosario. Por lo mismo eran aquellas en que más hincapié hacía su vanidad pueril é inofensiva.
Pasó todo el día cerrado en Tejada, en un estado de agitación próximo a la demencia. La única persona que se atrevió a entrar en su cuarto fué don Rosendo. Aunque adornado con perífrasis y redundancias periodísticas que acreditaban su temperamento de escritor, supo hablarle un lenguaje digno y generoso. El pobre Gonzalo, abatido, convulso, no le contestó una palabra.
En su concepto, sólo podían estimarla los hombres esforzados que se pasaban la vida consagrados al mismo generoso empeño sin lograr fruto alguno. ¿No tenían todos los terrenos los mismos elementos de fertilidad? ¿Había diferencias de consideración entre semillas que parecían idénticas? ¿Dependían los frutos de la manera de sembrar?
Y emprendió una carrera loca, con voz precipitada, olvidando su economía de ideas para prolongar la peroración, soltándolas todas de golpe, con el deseo de terminar cuanto antes. «El Concordato... obligaciones sagradas con el clero... sus antiguos bienes... compromisos de estrecha amistad con el Papado, padre generoso de España... en fin, que no podían hacerse economías ni por valor de un céntimo y que la comisión sostenía el presupuesto sin reforma alguna».
Palabra del Dia
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