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Actualizado: 2 de junio de 2025
Entonces se le presentó un pastor viejo, con su hopalanda y su capucha, y le descubrió un sitio por donde podría vadear el río sin dificultad: «Seguid la orilla le dijo , aguas abajo, y donde veáis la cabeza de una vaca, que han devorado los lobos, allí está el vado.» De resultas de este aviso se ganó aquella memorable batalla.
En los mismos tiempos de Homero, el que ganó por fin el sitio, y entró en Troya, no fue Ajax el del escudo, ni Aquiles el de la lanza, ni Diomedes el del carro, sino Ulises, que era el hombre de ingenio, y ponía en paz a los envidiosos, y pensaba pronto, lo que no les ocurría a los demás.
Tiene usted razón; el deber es lo primero. No, señor: le aseguro que no es esa la causa de mi separación. No gano aquí cuanto necesito, y, como es natural, estoy obligado a procurar que mis tías no carezcan de nada. Tengo empleo en otra parte.... Allí ganaré más.
Aquello produjo gran consternación en los enemigos; pero como éstos no comprendían mi estrategia ni podían verme en el sitio donde estaba, enviaron otra columna a atacar las tropas que estaban a mi derecha, y aquella columna tuvo la misma suerte, y otra, y otra, hasta que se ganó la batalla.
El Mihrab dejó de estar en el centro; la puerta principal dejó de ser el estremo del eje mayor del edificio; las ocho naves, por necesarias que entonces fuesen, no pudieron menos de parecer una añadidura, y, mas que añadidura, una superfluidad, una escrescencia. No ganó la mezquita en el ensanche: perdió: perdió en hermosura, en gracia, en buen efecto.
Los hermanos de aquél lo impugnaban. Se había entablado un pleito, que ganó en primera instancia. Venía acompañada de una antigua sirviente de su padre, trasformada en dama de compañía, y de un mayordomo.
Blanca se ganó al señor Penseroso en cuerpo y alma, y el señor Penseroso, por una parte, y Montifiori y Blanca por la otra, sitiaron y rindieron a mi tío. Muy pronto don Benito y yo advertimos las consecuencias. Ya era tarde: mi tío Ramón babeaba por la linda hija de su amigo y la sociedad comenzaba a anunciar su casamiento con ella.
¡Calla! ¡es el cómico! exclamó, y de un poderoso tajo cortó mi maza en dos. Aquel Ruperto Henzar era un verdadero demonio. Le vi lanzarse a escape y arrojarse al agua con su caballo, entre una granizada de balas. La profunda obscuridad que reinaba le salvó la vida. Ganó la orilla opuesta del foso y desapareció. ¡El diablo le lleve! exclamó Sarto.
Vaya usted mañana a verme a las dos concluyó la señora de Aymaret . Tenemos que tratar una cuestión muy seria, el de la conducta a seguir respecto a Beatriz. Hasta mañana, pues, señora... y todavía una vez gracias mil... ¡Oh, gracias mil! Y ganó la puerta del corredor mientras que ella entraba en su palco.
En fin, yo quiero saber lo que gano, poco o mucho que sea, que sobre un huevo pone la gallina, y muchos pocos hacen un mucho, y mientras se gana algo no se pierde nada.
Palabra del Dia
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