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Actualizado: 2 de julio de 2025
Como el plan de defensa insinuado puede verificarse por solo los blandengues, con mas comodidad y menos riesgo que el que hacen hoy, tengo por escusado que se empleen en la frontera los 20 milicianos que hay en cada fortin. Estos pobres abandonan sus casas, familias, cultivos y cosechas, y no reciben otro estipendio que 20 reales al mes cada uno, á título de racion. Todo eso sobre injusto es gravoso al ramo de guerra, que puede ahorrar dicha racion, que asciende á tres mil pesos al año. Las milicias no deben tomar armas sino para ocupar los fuertes cuando salgan los blandengues, y en algun otro caso extraordinario. Del mismo modo, debiéndose reputar á los blandengues no solo como soldados sino tambien como á pobladores natos de la campaña, no es regular que las justicias de los partidos se sirvan de ellos para todo, como lo hacen hoy, teniendo mas
Don Claudio Fuertes no halló modo de calmar la iracundia de su amigo, a quien desconocía en aquel estado, ni siquiera de hacerle soportable ninguna conversación.
A lo que de él se sabe por don Claudio Fuertes, hay que añadir que era de regular estatura, moreno, enjuto, de ojos pequeños, pero listos, risueño de expresión, y de voz lenta y sin timbre alguno. Parecía algo socarrón, pero en realidad no lo era.
Pero Bolívar, valiéndose de ingeniosas extratagemas, apoyado por el pueblo y con relaciones de falsos espias, hizo que el enemigo abandonase algunas fuertes posiciones, llegando asi á la vista de San José de Cúcuta, donde Correa habia concentrado mas de 800 hombres.
Yo estaba deseando llegar a un lugar cualquiera en donde se separaran Ugarte y Allen. Al encontrarse ambos fuera de peligro, se despertó entre ellos un odio feroz. Todo cuanto uno decía le parecía mal otro. Yo intentaba apaciguarlos, pero no era fácil siempre, dada la terquedad del irlandés y la irritabilidad de mi paisano. Luchamos con vientos fuertes durante tres días.
Dio comienzo el acto segundo. Clotilde tenía algunas escenas patéticas: al comenzarlas se produjo un poco de ruido en el público y esto bastó para que se desconcertase y lo hiciese rematadamente mal, como nunca lo había hecho en su vida. Oyéronse no pocas toses y fuertes murmullos de impaciencia.
Los ingleses también perdieron algunos de sus fuertes navíos, y no pocos de sus oficiales generales compartieron el glorioso fin del almirante Nelson. En cuanto a los franceses, no es necesario decir que tuvieron tantas pérdidas como nosotros.
Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón. El mayor tenía doce años y el menor, nueve.
Sobre el borde del barranco se inclinan las siete encinas que forman la fachada del bosque, cuyos troncos fuertes y robustos las denuncian por las más viejas; sus ramajes, los más espesos, carecen de aquellas saetas negras, preferidas por los tordos, que sirven de atalaya a los pájaros y atestiguan la senectud de los árboles; extienden sus ramas acodilladas en la pendiente de la cañada, y sus raíces, casi a flor de tierra, hinchan el césped y el musgo que las cubre.
Si en lo moral se distingue por las fuertes pasiones, el sentimiento artístico, el humor pendenciero, y el gusto por la algazara, el baile frenético, la guitarra, la cancion bélico-amorosa y las alegres libaciones, en sus hábitos exteriores tiene todo lo pintoresco de los pueblos apasionados.
Palabra del Dia
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