Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 18 de julio de 2025
De vez en cuando tiraba los platos al fondista, respondía prontamente a los insípidos chistes de los huéspedes, y producía en la clase del domingo una sensación tan en absoluto contraria a la monotonía y placidez ortodoxa de aquellas instituciones, que por respeto y deferencia a los almidonados delantales y moral inmaculada de los dos niños de cara sonrosada y blanca de las primeras familias, el reverendo señor no tuvo más remedio que expulsarla.
Acercóse mientras tanto el fondista a Jacobo y pidióle órdenes; mas este, encogiéndose de hombros con estudiada indiferencia, díjole que ni él ni ninguno de sus compañeros tenían nada que ver con aquel hombre; que era un amigo, un mero conocido que en Biarritz se les había colocado en el coche sin que nadie le llamara, y que ni podía responder de él, ni mucho menos dar órdenes.
Lo sentía infinito, pero el fondista de la Oliva le había herido el amor propio, la había ofendido, y quería pagar para tener derecho de dejar aquella posada, y decirle al grosero que no sabía tratar con una dama, sola, sin un hombre que la defendiera. Ante esta misiva, los primeros impulsos de Bonis fueron dignos de un Bayardo y de un Creso, en una pieza.
La marquesa pensó entonces en ver al enfermo; mas antes, temerosa de que su presencia repentina pudiera causarle alguna emoción violenta, pidió al fondista que fuese a anunciarle poco a poco su llegada. Subieron ambos hasta la misma puerta que se abría a un corredor, y el fondista asomó tímidamente la cabeza.
Ni vergüenza por las derrotas, ni odio al vencedor. ¡Es el primer ejército del mundo! me decía orgulloso el fondista de la Grappe-Bleue, al siguiente día de la batalla de Kissingen; y ésa era la opinión general en Munich. En los cafés arrebatábanse de las manos los periódicos de Berlín.
Eran las amigas de Lucía Rosarito, la hija de la fondista doña Agustina; Carmen, la sobrina del magistral, y varias doncellas de análoga posición, entre las cuales muchas soñaban con el blando sosiego, con la apacible uniformidad de la vida conventual, y hacían pintura tentadora de las delicias del claustro, del sentimiento suavísimo del día de la profesión, cuando coronadas de flores bajo el cándido velo, se ofreciesen a Cristo, con el refinado dulzor de añadir: «para siempre, para siempre». Oíalas Lucía sin que una sola fibra de su ser respondiese, vibrando, a aquel ideal.
El fondista, muy turbado, quiso terminar de un golpe, diciendo: Es la señora marquesa de Villasis.
Sí, hombre; yo mismo he visto la cabeza en la cocina. ¡Era un perro de aguas más hermoso! Dicho esto salió del comedor, y al volver tenían una cazuela con liebre. Fué al otro extremo de la mesa y dijo a los del bando contrario: ¡Vaya unos gatos más buenos que compra este fondista a los carabineros! ¡Ah!, ¿pero es gato eso? Sí, no se lo digáis a esos, pero yo he visto las colas en la cocina.
Muchas veces había pensado que no estaba educada para ser la mujer de un fondista. ¿Por qué? Sus fuerzas no eran muchas y había visto mujeres de los amigos de su marido, en el Kansas, que podían hacer más trabajo; pero él no se quejaba: ¡era tan bueno! Contemplela a la luz del hogar, cuyos reflejos jugueteaban en sus facciones ajadas y marchitas, pero finas y delicadas aún.
No se trataba entonces de llevarme a ver la ciudad, sino de conducirme a la Embajada Francesa: ¡Französische Ambassad! repitió el fondista dos veces. Pero mi sorpresa fue mucho mayor que la suya, cuando le vi volver la espalda al barrio noble, entrar en una larga ronda de arrabal, llena de fábricas, casas de obreros y jardinillos, atravesar las puertas y conducirme fuera de la ciudad.
Palabra del Dia
Otros Mirando