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La verdadera política sudamericana, pues, en el caso de la convocación del Congreso proyectado por los Estados Unidos, o en toda ocasión propicia, es manifestar firmemente sus deseos de no apartarse de la Europa, tratando al mismo tiempo de insinuarse en el concierto general, reclamando un modesto asiento en toda conferencia en que de intereses americanos se trate.

Aquel caballero servidor de la fortuna estaba firmemente convencido de que una dicha nunca llega sola. Todo le parecía posible desde que había vuelto a salir a flote. Comenzó por predecir el restablecimiento de su mujer y no se equivocó. La duquesa era de una constitución robusta, como toda su familia.

Hemos descrito el trato que tenían en casa de Centeno los hijos para que se comprenda el que tendría la Nela, criatura abandonada, sola, inútil, incapaz de ganar jornal, sin pasado, sin porvenir, sin abolengo, sin esperanza, sin personalidad, sin derecho a nada más que al sustento. Señana se lo daba, creyendo firmemente que su generosidad rayaba en heroísmo.

¿Y quién se casa con una literata? decía Vegallana sin mala intención . A no me gustaría que mi mujer tuviese más talento que yo. La marquesa se encogía de hombros. Creía firmemente que su marido era un idiota. «¡A qué llamarán talento los maridospensaba satisfecha de lo pasado. Yo no quiero que mi mujer se ponga los pantalones añadía el afeminado baroncito.

No recuerdo el hecho respondió éste sosteniendo firmemente la mirada del juez. He confesado mis faltas, esta mujer me habló alguna vez de ellas, y sin duda quería señalarme el peligro, pero nunca me dijo con claridad lo que creía tener razón de temer. ¿Todavía en los últimos tiempos repuso el juez dirigiéndose a la mujer hablaba de su propósito? No.

Laura era ya tan ducha en conocerlos, que por el sobre distinguía la una de los otros. Los sobres limpios y firmemente escritos eran de felicitaciones; los sobres sucios, ordinarios y con letra desfigurada o de imprenta, de anónimos difamatorios... Para mayor brevedad, todo se rompía o iba al canasto. Adolfo tomaba las cosas con visible y creciente mal humor.

Para que un hombre como yo, al fin de su carrera, acomodado, dichoso, libre, rico, y sin otro cuidado que el de vivir bien, emprenda un asunto como este en que nos hemos comprometido Tragomer y yo, es preciso que esté firmemente seguro del resultado... ¡! Lo lograremos.