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Actualizado: 17 de mayo de 2025
A tiempo he sido desengañada; de ello me alegro; allá ellos; con su pan se lo coman, que no ha de faltarme a mí marido, y bueno, si alguna vez lo quisiese; y encárgote, Florela, que acerca de esto guardes un grande secreto, o que más bien lo que sabes olvides; esta es la mejor manera de que el secreto se guarde.
Porque era imposible que ella y Feijoo tuviesen razón contra el mundo entero. «Conque ya sabes añadió el coronel ; el día en que se te antoje faltarme, me lo dices. Yo no creo en las fidelidades absolutas.
Yo no sé si tú has tenido parte en esa infame tentativa de asesinato, ó si ha sido únicamente cosa de don Rodrigo Calderón. ¡Yo! ¿me creéis capaz de esa infamia? Te creo, por tu vanidad y por tu ambición, capaz de todo. ¡Oh! ¡oh! esto es demasiado, demasiado faltarme al respeto. La reina te estorba tanto como á don Rodrigo; la reina conspira contra ti, y la temes.
El Poeta dijo entonces: Mucho mayor alboroto fuera si yo acabara aquella comedia de que tiene vuesa merced en prendas dos jornadas por lo que le debo, que la llamo Las Tinieblas de Palestina, donde es fuerza que se rompa el velo de el Templo en la tercera jornada, y se escurezca el sol y la luna, y se den unas piedras con otras, y se venga abajo toda la fábrica celestial con truenos y relámpagos, cometas y exhalaciones, en sentimiento de su Hacedor; que por faltarme los nombres que he de poner a los sayones no la he acabado. ¡Ahí me dirá vuesa merced, señor Güésped, qué fuera ello!
El daño está en que la dicha ínsula se entretiene, no sé dónde, y no en faltarme a mí el caletre para gobernarla. -Encomendadlo a Dios, Sancho -dijo don Quijote-, que todo se hará bien, y quizá mejor de lo que vos pensáis; que no se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad de Dios. -Así es verdad -dijo Sansón-, que si Dios quiere, no le faltarán a Sancho mil islas que gobernar, cuanto más una.
¿Y quién hace caso del rey?... El rey sabe menos que nadie lo que se dice... déjame entrar ó te entro. Y como el sumiller se opusiese, el tío Manolillo le asió por la pretina y se entró con él en la cámara real. Hermano Felipe dijo al rey , aquí te traigo á éste para que le castigues... Se ha atrevido á faltarme al respeto... ¡pretender que la locura no entre en la cámara del rey!
Hace tiempo que me he transformado ... Puedo nacer á la verdadera vida, puedo salvarme, puedo salvar mi alma, que va á sucumbir si permanezco de este modo. Yo espero vivir.... Al ver que usted tardaba, la esperanza comenzó á faltarme; pero usted ha venido. ¿No puedo creer que Dios me lo ha enviado?
Su Majestad me perdone; pero bien me podía haber dejado en mi casa de la calle de la Cruzada, grandona, friota, eso sí; pero de una comodidad... No me faltaba sitio para nada y todos los tapices estaban colgados. Aquí no sé, no sé... Creo que en la habitación que voy a ocupar ha de faltarme también sitio para todo... ¡Qué hemos de hacer!... allá van leyes do quieren reyes».
Palabra del Dia
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