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Actualizado: 1 de junio de 2025
El palacio gran-ducal, que contiene una considerable biblioteca y colecciones artísticas generalmente mediocres, no es notable como monumento sino por la inmensidad de su fachada, que mide una longitud de mas de 560 metros.
Sus dueños ansiaban desprenderse de ellas, agobiados por los gastos de sostenimiento. Y compró el castillo de Villeblanche-sur-Marne, edificado en tiempos de las guerras de religión, mezcla de palacio y fortaleza, con fachada italiana del Renacimiento, sombríos torreones de aguda caperuza y fosos acuáticos en los que nadaban cisnes.
»Nada se sabe de los artistas que labraron este monumento; pero como por la misma época, y con pocos años de diferencia, se fabricaban también la fachada plateresca de la Universidad, el convento de San Esteban y otra porción de edificios, los mejores precisamente de la ciudad y cuya decoración es tan semejante, puede presumirse que anduvieron en él las mismas manos que esculpieron los demás.
Durante el día, sus paredes enjalbegadas la destacan en blanco del fondo verde de la huerta que le rodea; por las tardes, en cuanto el sol se pone, centenares de cristales se alumbran en su fachada; ya de noche, las luces del interior irradian su luz por las ventanas, y, como la de un faro, brillan á diez leguas de distancia.
Por las ventanas del aposento de Magdalena no salía ni un rayo de luz. En medio de la oscuridad en que estaba envuelto el edificio, tan sólo una ventana aparecía iluminada en aquella amplia fachada: la del doctor Avrigny. Amaury dirigió a ella su mirada, sintiendo en su pecho la inquietud de un vago remordimiento.
Pero mi carta no tendría fin si hubiese de enumerarte, no digo describirte, todo lo que el artista y el poeta encuentran en esa inmensa necrópole de nuestra historia que se llama Valladolid. No diré, pues, más que lo principal. Vi el Convento de San Pablo con su fachada gótica de filigrana, y el contiguo de San Gregorio, más famoso que de mi agrado.
Visitación, la del Banco, en vez de mirar como todos hacia la calle estrecha por donde ya asomaban los pendones tristes y desmayados, las cruces y ciriales, observaba el gesto de don Álvaro Mesía, que estaba solo, al parecer, en el último balcón de la fachada del Casino, en el de la esquina.
No pudiendo ver tampoco desde allí, y por idéntico motivo, el resto de la fachada, supuse, y no sin fundamento, que la parte de edificio habitada por mí formaba un cuerpo saliente.
Jesús y los doce apóstoles, todos de tamaño natural, estaban sentados a la mesa, cada uno en su hornacina, encima de la portada del centro, limitados por dos contrafuertes como torres que partían la fachada en tres partes.
Iluminóse la fachada de la imprenta con farolillos venecianos. Las bellas y regocijadas artesanas de Sarrió, cogieron, como siempre, la ocasión por los pelos para bailar habaneras y mazurcas sobre los duros guijarros de la calle.
Palabra del Dia
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