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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Julio Claretie dice que los antecedentes de «Chantecler» deben de buscarse en la famosa «Historia cómica de los estados é imperios del Sol», que publicó en la primera mitad del siglo XVII aquel gran extravagante, mitad sabio, mitad espadachín, que se llamó Cyrano de Bergerac.
Pero la hermosa joven vio al mismo tiempo las enormes dificultades que surgían delante de ella al primer paso que intentara dar, las persecuciones de que sería objeto y lo extravagante que parecería su conducta aun a las personas que la amaban.
Si la persona, aunque sea virtuosa, es crédula, de imaginacion fuerte, muy melancólica, enferma, ya sea de todo el cuerpo, ya de la cabeza, pensativa, metida en sí, y nos dice que ha tenido visiones y apariciones, es menester suspender el juicio hasta exâminarlas, porque tales personas naturalmente son visionarias: si lo que dicen de su vision es inverosimil, extravagante, erroneo, de ningun momento, y contradictorio, se han de tener por naturales, de acaloramiento de la cabeza, y falsas: si la doctrina que encierran es opuesta á los dogmas, ó disciplina de la Iglesia, ó en ellas se encierra interes, daño del próximo, ú qualesquiera fines particulares distintos de la gloria de Dios, y instruccion de los Fieles, se han de mirar como entusiasmos de una fantasía inflamada.
Su traje, que seguramente fué hecho por ella misma en la cárcel para aquel día, sirviéndole de modelo su propio capricho, parecía expresar el estado de su espíritu, la desesperada indiferencia de sus sentimientos, á juzgar por su extravagante y pintoresco aspecto.
Yo he dicho que su madre, de un carácter duro, tétrico, se ha hecho servir de rodillas hasta estos últimos años; el silencio lo ha rodeado durante su infancia, y el espectáculo de la autoridad y de la servidumbre han debido dejarle impresiones duraderas. Algo de extravagante ha habido en el carácter de la madre, y esto se ha reproducido en don Juan Manuel y dos de sus hermanas.
Una idea extravagante cruzó por la cabeza de Bettina, inclinose sobre la portezuela y exclamó, acompañando sus palabras con un pequeño saludo con la mano: ¡Adiós, mis pretendientes, adiós! Luego se echó bruscamente para atrás, presa de un acceso de risa nerviosa. ¡Ah, Zuzie, Zuzie! ¿Qué hay? Un hombre con una bandera roja en la mano... me ha visto... ¡me ha oído!... ¡Y se ha quedado asombrado!...
Más de una vez, sobre todo durante la noche, mientras mis miradas se pierden en la obscuridad, un deseo se apodera de mí con una violencia tan extravagante, que me parece que va a aniquilarme.
En tan extravagante lenguaje solo resulta claro un hecho, y es, el panteismo profesado abiertamente por Fichte; la divinizacion del yo; y por consiguiente la absorcion de toda realidad en el yo. El yo deja de ser un espíritu limitado; es una realidad infinita.
Bordada sobre ella, del lado del corazón, había una gran cruz roja de la orden de Calatrava. El señor de Quiñones prescindía pocas veces de esta talma, que le daba aspecto un poco fantástico y teatral. Siempre había sido extravagante en el vestir. Su orgullo le impulsaba a buscar el modo de distinguirse del vulgo.
Habiendo carecido absolutamente de instrucción en su edad primera; habiendo carecido también de las sugestiones cariñosas que enderezan el espíritu de un modo seguro al conocimiento de ciertas verdades, habíase formado Marianela en su imaginación poderosa un orden de ideas muy singular, una teogonía extravagante y un modo rarísimo de apreciar las causas y los efectos de las cosas.
Palabra del Dia
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