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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Con la voz cada vez más ronca y más baja, pasó luego a explicar las instrucciones que el canónigo debía transmitir a su agente. El mismo se narcotizaba con su propio discurso. Ya era imposible comprenderle. Su palabra vacilaba, se extinguía. Entonces, escupiendo, por última vez, dobló la cabeza sobre el hombro, y quedose dormido. El lectoral no supo qué hacer.
Pepeta, apoyada en el lomo de su vaca, les veía avanzar, poseída cada vez de mayor curiosidad. ¿Adonde iría esta pobre gente? El camino aquel, afluyente al de Alboraya, no iba á ninguna parte. Se extinguía á lo lejos, como agotado por las bifurcaciones innumerables de sendas y caminitos que daban entrada á las barracas. Pero su curiosidad tuvo un final inesperado. ¡Virgen Santísima!
La suya, la que había tenido en sus brazos, esa no volvería nunca. Había sido un rayo de sol al través de las nubes de su cielo, saludado por la espiral de las ilusiones, que volaban como palomas. Las nubes cerrábanse para siempre, el rayo de sol se extinguía, y las palomas venían al suelo transidas de frío.
»Yo sentía disminuirse mis fuerzas, que la vida se extinguía en mí, y exclamé: »¡Yago, Yago! concédeme algunas horas, unas cuántas horas aún. »No puede ser me contestó; sería perjudicarme yo en mi tiempo, y yo conozco mejor que usted el valor de la vida; no hay tesoro con que poder pagar dos horas de existencia.
D. Felicísimo retrocedió sintiendo que su valor se extinguía, que sus bríos se aplacaban, que toda su sangre se congestionaba en el corazón.
A cada lado de estos espejos se colocó un quinqué, sostenido por una peana anaecreóntico, donde se apoyaba el receptáculo; y éste recibía diariamente de las entrañas de una alcuza, que detrás del mostrador había, la substancia necesaria para arder macilento, humeante, triste y hediondo hasta más de media noche, hora en que su luz, cansada de alumbrar, vacilaba á un lado y otro como quien dice no, y se extinguía, dejando que salvaran la patria á obscuras los apóstoles de la libertad.
Y todo lo demás que vino después, la empresa teatral..., la fábrica..., los banquetes, las jiras, los saraos..., los préstamos a esos hambrientos y chupones..., por culpa mía, por mi pasión..., que ya se extinguía, por miedo a echar cuentas, por miedo de que se descubriese mi adulterio; sí, adulterio, así se llama... yo lo toleré... lo procuré todo.... Todo es culpa mía, y l peor es lo que dice el tío: Empezó él».
El tema, el color verde, crecía en intensidad al alejarse hacia las orillas del mar; allí llegaba al período brillante, a la cúspide de la sinfonía; y lanzándose en pleno cielo, aclarándose en un azul blanquecino, marchaba velozmente hacia el final, se extinguía en el horizonte pálido y vago como el último quejido de los violines, que se prolonga mientras queda una pulgada de arco, y adelgazándose hasta ser un hilillo tenue, una imperceptible vibración, no puede adivinarse en qué instante deja realmente de sonar.
Palabra del Dia
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