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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Y si a Dios le hubiera complacido haceros fea como a mí, de modo que los hombres no os hubieran andado detrás, nos hubiéramos podido limitar a nuestra familia sin tener que habérnoslas con esos señores que tienen sangre turbulenta en las venas. ¡Oh! no habléis así, Priscila dijo Nancy, arrepintiéndose de haber provocado aquella explosión ; nadie tiene motivos para censurar a Godfrey.
Era el campo en domingo, cuando los trabajadores están en sus casas y el suelo parece reconcentrarse en silenciosa meditación. Se veían objetos informes abandonados en la llanura, como los instrumentos agrícolas en día de asueto. Tal vez eran automóviles rotos, armones de artillería destrozados por la explosión de su carga.
Salabert triunfaba. El granuja del mercadal de Valencia traía los reyes a su casa. Sus ojos saltones, mortecinos, de hombre vicioso, brillaban con el fuego del triunfo. La explosión de la vanidad hacía volar en pedazos las inquietudes sórdidas que aquel baile le había causado, la lucha a muerte que había sostenido con su avaricia.
Fernando torcía el gesto ante la desmesurada explosión de entusiasmo. «Es demasiado pensó . ¡Cuánta dicha habría de contener ese país para dar gusto a tanta gente!...» Percibíase con toda claridad sobre el cielo azul la blanca silueta de Buenos Aires.
Quizás asiduos trabajos intelectuales, atroces disgustos, prolongadas vigilias, la agitación del alma duramente refrenada y el fuego comprimido de las pasiones, obran misteriosamente en nuestro organismo y promueven esta explosión: el corazón se hincha, adquiere una fuerza enfermiza e irregular, y de repente inunda el cerebro de sangre. ¿Qué quiere V. significar con todo eso?
Pero le hace dar dos o tres vueltas entre los dedos, y finalmente, con una alegre explosión de risa: ¡Qué diablo! no es la misma. Se acerca a la puerta y compara, meneando la cabeza, el agujero de la cerradura con el tamaño de la llave; después, con movimiento rápido, mete la llave en el ojo. ¡Pues entra!...
Los entusiastas dejaban de mirar al toro para volverse indignados contra el resto del público. ¡Qué injusticia! ¡Qué falta de conocimiento! Había entrado muy bien a matar... Pero los enemigos señalaban al toro sin desistir de sus protestas, y toda la plaza se unía a ellos con una explosión ensordecedora de silbidos.
De los grupos rebeldes no surgió ninguna explosión. Además, estos grupos eran casi invisibles, pues en torno de ellos se notaba la existencia de una neblina gris, un halo denso, que los envolvía y los acompañaba como una armadura aérea.
Era un hombre orgulloso, impaciente, herido, aguijoneado por los deseos y las pesadumbres, que caía, de repente, en lo mejor de su vida como un soldado al mediodía de la jornada decisiva, con el corazón henchido de agravios, el alma amargada por la impotencia, el cerebro en plena explosión de proyectos.
Pues señor... viro la cabeza mismo así..., ¡con perdón de las barbas!, con mi escopeta más agarrada que la Bula..., y de repente, ¡pan!, me pasa una cosa del otro mundo por encima de la cabeza, y me caigo del vallado abajo.... Explosión de preguntas, de risas, de protestas. ¿Una cosa del otro mundo? ¿Un ánima del Purgatorio? ¿Pero él era persona o animal o qué mil rayos era?
Palabra del Dia
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