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Actualizado: 21 de junio de 2025


Desvanecida, pues, esta misión con incomparable dolor de todos los buenos, fué destinado á llevar la luz del Evangelio á los Chiraguanás, y abrir camino en otras provincias á tantos hermanos suyos, que conducidos de su mismo espíritu y celo habían de seguirle, para sembrar en ellas la semilla de la predicación evangélica, los cuales, para hacerla más fecunda, la habían de regar, no sólo con sus sudores, sino también con su sangre.

Nadie determina sus operaciones, cada uno es dueño de las suyas, en el campo tienen su sustento en el mucho ganado que hay en él, y tienen pocas luces para conocer lo feliz de la vida civil, y mucha malicia para no dejarse sujetar al yugo de una reducción. A me parece que los Minuanes jamás se reducirán con sola la persuasión de la predicación evangélica.

Yo misma hubiera puesto gustosa el puñal en su mano; pero, le conozco, ¡infeliz! hubiera llorado como un niño; yo le hubiera muerto de pena, en vez de recibir el merecido castigo; él, con mansedumbre evangélica, me hubiera perdonado, y mi duro pecho y mi diabólico orgullo, lejos de agradecer el perdón, hubieran despreciado más aún al hombre que me le otorgaba.

Acompañaré tambien á los perseverantes apóstoles de la fe evangélica, que no temian arrostrar, con tal de conseguir el objeto de su mision religiosa, tantos peligros como á cada paso veian brotar bajo sus piés.

¿Pero cuál era el fruto que sacaban los reyes i los inquisidores de la constante persecucion levantada contra los que judaizaban? Fuera de las confiscaciones, ninguno provechoso. No hacian mas que aborrecible la Doctrina Evangélica: la cual no les daba autoridad para cometer tan atroces é inhumanos hechos.

No obstante la conminación evangélica a vivir como el lirio del valle y el pájaro del bosque, sin pensar en el mañana, sin sembrar y sin guardar, fue posible el ahorro desde que cesó la costumbre de invertir el dinero sobrante de esta vida en la otra y se le ocupó entonces en la industria o el comercio y en préstamos a los gobiernos extranjeros.

No había más remedio que la diplomacia. «Humíllate y ya te ensalzarás», era su máxima, que no tenía nada que ver con la promesa evangélica.

Residí en varios conventos, y con gran placer recuerdo los hermosos días de soledad que pasé en el pintoresco Desierto de Tenancingo, en donde sólo me inquietaba la amarga pena de ver que perdía en el ocio una vida inútil, el vigor juvenil que siempre había deseado consagrar a los trabajos de la propaganda evangélica.

Tan buena disposición de este pueblo para alistarse en el número de los cristianos, no fué tanto obra del P. Caballero, que el año antecedente les había predicado la ley de Dios, cuanto de la Virgen Santísima Nuestra Señora, que poco antes, con un insigne milagro, había dispuesto los corazones de aquellos bárbaros para que prendiese en ellos la semilla de la predicación Evangélica y rindiese fruto correspondiente á los sudores del sembrador.

Los domingos, Milord y Milady bajaban á Baracaldo, vestidos con trajes que encargaban á Londres, para confundirse con las familias de los ingenieros y los mecánicos ingleses empleados en las minas ó en las fundiciones de la ría, que llenaban la única capilla evangélica del país.

Palabra del Dia

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