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Actualizado: 1 de junio de 2025
Si te mandaran, ladrón desuellacaras, que te arrojaras de una alta torre al suelo; si te pidieran, enemigo del género humano, que te comieras una docena de sapos, dos de lagartos y tres de culebras; si te persuadieran a que mataras a tu mujer y a tus hijos con algún truculento y agudo alfanje, no fuera maravilla que te mostraras melindroso y esquivo; pero hacer caso de tres mil y trecientos azotes, que no hay niño de la doctrina, por ruin que sea, que no se los lleve cada mes, admira, adarva, espanta a todas las entrañas piadosas de los que lo escuchan, y aun las de todos aquellos que lo vinieren a saber con el discurso del tiempo.
Pero dentro, muy dentro; aislada del alcázar ruidoso por cubiertos canales, oculta a la mirada vulgar como la «perdida iglesia» de Uhland en lo esquivo del bosque al cabo de ignorados senderos, una misteriosa sala se extendía, en la que a nadie era lícito poner la planta, sino al mismo rey, cuya hospitalidad se trocaba en sus umbrales en la apariencia de ascético egoísmo.
CELIND. Algo le quiere decir. JARIFA. Salíos todos allá. BAJAM. Todo se lo quiere a solas. ZARO. No toma el ser novia mal. Vanse los tres, ZARO, BAJAMED y CELINDO. ABIND. Del mar en que voy mortal Hasta morir llegan olas. JARIFA. Ingrato, esquivo, cruel, Y el más villano del suelo, ¿Cuál hombre ha criado el cielo Que puedan fiarse dél? ¿Piensas que no entiendo más Que declaran tus suspiros?
Asistía, no obstante, a casa de Quiñones; veía a Amalia en secreto cuando se lo exigía, pero iba apareciendo más frío, más esquivo. Ella, advirtiéndolo perfectamente, no daba su brazo a torcer, no le hablaba palabra de su ex-novia. Sin embargo, un día no pudo contenerse: Sé que te entretienes largos ratos en casa de las de Meré hablando con Fernanda. Lo negó cobardemente.
Circe y Calipso huían buscando refugio y sin hallar en los mares espacio misterioso y esquivo y afortunadas islas donde erigir espléndidos palacios, socavar frescas grutas y plantar deleitosos jardines para recibir, agasajar y embriagar de amor a los héroes.
Don Juan miró rápidamente a todos lados, vio que nadie podía sorprenderles, y alargando los brazos, intentó coger las manos a Cristeta; mas ella, echándose hacia atrás, las esquivó temblorosa, exclamando: ¡No! ¡No me toques!... Adiós, adiós. Y al decir esto, se apartó muy despacio.
Pero como el gran ser del hombre es por el espíritu, lo mismo importa para que le conserve que tenga su vivienda corporal en el centro del Universo o en el más ruin y esquivo lugar de las profundidades del éter.
Palabra del Dia
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