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Actualizado: 29 de julio de 2025
El padre Aldao, a más de una suma de dinero, empezó a recibir su sueldo de general de mano de Rosas, y el general Heredia, de Tucumán, que; con motivo de la muerte de Quiroga, escribía a un amigo suyo: «¡Ay, amigo! ¡No sabe lo que ha perdido la República con la muerte de Quiroga! ¡Qué porvenir, qué pensamiento tan grande de hombre!
Por lo demás, el autor escribía muy formalmente en cumplimiento de su propósito de reformar el teatro español. Por este tiempo hizo un viaje á Francia, Inglaterra, Alemania é Italia, para conocer el teatro de estas diversas naciones. El fruto de estos viajes fué una traducción de Hamlet, probando bien á las claras que nada nuevo había aprendido en ellos.
Me mostró una que ha llegado hace diez días y la tiene, en espera de su dueño. ¿Podría ser de Blair? pensé yo para mí. ¿Qué clase de letra era la del sobre? le pregunté. De tipo inglés, gruesa y pesada. Noté que la palabra signore está mal escrita. La letra de Blair era gruesa, porque, generalmente, escribía con pluma de ave. Tuve ansias de poderla ver.
De la costumbre á que alude D. Cristóbal hay repetida mención de los escritores del tiempo. Uno de ellos, anónimo escribía: «Es obligación y ejercicio de los pajes, en las mañanas cantar los buenos días y á la tarde, después de anochecido, las buenas noches.
Entre tanto Quevedo, atravesando callejones y galerías, se entró en el aposento de doña Clara Soldevilla. Don Juan se calentaba al brasero y doña Clara escribía. Consuela este olor dijo Quevedo entrando. ¡Ah, mi buen amigo! dijo don Juan. ¡Ah, don Francisco! exclamó doña Clara : ¿de qué olor habláis?
En otras ocasiones, pedía el marqués, corriendo, mil duritos para salir de un apuro. «Tómalos de un comerciante de Málaga escribía a D. Acisclo , prometiendo pagarlos en aceite dentro de dos meses, que será la cosecha».
¡Es demasiado borrico! decía doña Rufina cuando le hablaban de Trabuco; y procuraba tenerle alejado tratándole con frialdad ceremoniosa. Ronzal se vengaba diciendo que la Marquesa era republicana y que escribía en La Flaca de Barcelona, y que había sido una cualquier cosa en su juventud.
Aunque el rebelde Catari, desde el pueblo de Macha, aparentaba sumision y respeto á la autoridad de la Real Audiencia, no se ignoraba que secretamente escribia cartas, convocando las provincias para una general sublevacion, coligado con el principal rebelde José Gabriel Tupac-Amaru, indio cacique del pueblo de Tongasuca en la provincia de Tinta, del vireynato de Lima, quien pretendia ser legítimo descendiente de los Incas del Perú.
Besó la fotografía con emoción y volvió á escribir: «Afortunadamente, en el Ministerio me aprecian un poco por mi laboriosidad, y espero que antes de un año me trasladarán á Buenos Aires. El mes próximo solicitaré un permiso para ir á veros. El viaje es caro, pero no puedo sufrir más tiempo esta ausencia dolorosa.» Ricardo Watson no escribía cartas, pero ensoñaba despierto como los otros.
Sucedióme un día la mejor cosa del mundo, que aunque es en mi afrenta, la he de contar. Yo me recogía en mi posada, el día que escribía comedia, al desván, y allí me estaba y allí comía; subía una moza con la vianda y dejábamela allí. Yo tenía por costumbre escribir representando recio, como si lo hiciera en el tablado.
Palabra del Dia
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