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Actualizado: 29 de julio de 2025
En el número cinco vivían los de Castrillo, cinco hermanos y cinco hermanas, que tenían tertulia y comedias caseras; la casa de Castrillo era uno de los focos del romanticismo del pueblo; allí se escribía el periódico anónimo y clandestino, que después se metía por debajo de las puertas.
Y para comunicar a la obra el «estilo propio», cambiaba de lugar las comas o el orden de las palabras; escribía «ilustre» allí donde Maltrana había puesto «célebre», o viceversa. Un trabajo pesadísimo para él... ¡Y aún habría quien dudase, al publicar el libro, de que era obra suya!...
No quedaba cerrada una sola puerta: todas estaban de par en par, á culatazos y hachazos. Habían desaparecido muchas cosas; el portero no sabía cómo, pero habían desaparecido, tal vez rotas, tal vez arrebatadas por los que entraban y salían. El jefe del brazal iba de habitación en habitación examinándolo todo, dictando en alemán á un soldado que escribía.
La mayor había pasado una semana hablando de Ulises y la Odisea con un licenciado en letras que agonizaba lentamente, pensando en su tesis de doctor que jamás llegaría á leer en la Sorbona. Mientras tanto, Julieta escribía cartas.
Nombrábase Patricia, pero Torquemada la llamaba Patria, pues era hombre tan económico que ahorraba hasta las letras, y era muy amigo de las abreviaturas por ahorrar saliva cuando hablaba y tinta cuando escribía. Otra tarde le dio Maxi una hermosa sorpresa.
Juno tocó diez veces seguidas el último pensamiento de Weber u otro aburrimiento por el estilo, indicio en ella de gran preocupación, mientras que mi tío nos observaba de un modo perspicaz y burlón. El señor de Kerveloch vino a almorzar al Pavol al siguiente día; tres después pedía la mano de Blanca, y apenas habían pasado dos semanas de esto, cuando yo escribía al cura.
Argensola reconoció al fin con cierto desencanto que no había nada misterioso en la vida de este hombre. Lo que escribía junto á la ventana eran traducciones: unas hechas de encargo, otras voluntariamente para los periódicos socialistas. Lo único asombroso en él era la cantidad de idiomas que conocía.
Era estudioso, y un escritor que comenzaba a adquirir renombre entre los suyos. Escribía en los periódicos católicos artículos literarios que se distinguían por un estilo florido y pintoresco, cuyo efecto entre las devotas suscritoras era asombroso.
A vosotros dirijo mi humilde voz: vosotros podéis renovar los días de nuestra antigua prosperidad; vestíos con el traje de nuestros padres, y la nación entera seguirá vuestro ejemplo». Esto lo escribía poco después aquel mismo Sr.
Corpora martyrum, escribia Alvaro,
Palabra del Dia
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