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Una hora después, y bajo torrencial aguacero, era conducido Lacoste, en una hamaca, atada á una vara y llevado en hombros por los soldados, á presencia del comandante Castillo, quien lo envió á una casa para que estuviera más cómodo. A Lacoste le acompañaban su esposa y una niña.

15 Y envió el SE

La marina dilatación hasta había arrojado el cuerpo de un niño de pocos años sin cabeza. Era más horrible, según Tòni, contemplar este espectáculo desde tierra que yendo en un buque. Los que navegan no pueden ver las últimas consecuencias de los torpedeamientos lo mismo que los que viven en la orilla, recibiendo como un regalo de las olas este continuo envío de víctimas.

Otra es afirmar que despues de crucificado Cristo, envió la archisinagoga de Toledo segunda legacía á Jerusalen con cartas para María Santisima i S. Pedro, con el fin de que doctrinasen á sus mensajeros en la fe de Cristo: las cuales fueron llevadas por S. Indalecio i Eufrasio.

Volvieron, pues, los embajadores que Al-hakem envió al emperador griego, trayendo consigo un artífice y ademas trescientos veinticinco quintales de sofeysafá que aquel príncipe le mandaba de regalo.

El combate terminó cuando el sable de Villar, sin intención ninguna, tropezó con la frente de Belinchón. Fué un simple rasguño; pero los padrinos dieron por terminado el lance. Don Rufo colocó un gran pedazo de tafetán inglés sobre la herida. El herido dió la mano noblemente a su contrario. Se envió un telegrama a Lancia, para que lo pusiesen a Sarrió.

Esta tercera influencia la representaba Amaury; por eso había estampado en su diario que en manos de él estaba la vida de Magdalena. Así, obrando en consecuencia, al día siguiente a aquél en que había escrito esta triste confesión envió a Amaury un recado diciéndole que le aguardaba, pues necesitaba hablarle. El joven, que aún no se había acostado, acudió inmediatamente al despacho del doctor.

Todo lo que me rodeaba era nuevo y desconocido para : mi capital se componía de poco; mis ropas, mi catre y mis libros; todos mis compañeros tenían padres que velaban por ellos, que les escribían, que los regalaban. Sólo yo acostumbraba de tarde en tarde a recibir dos letras de mi tío Ramón, en las que me anunciaba el envío de lo indispensable.

7 Carísimos, amémonos unos a otros; porque la caridad es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 8 El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es caridad. 9 En esto se mostró la caridad de Dios en nosotros, en que Dios envió su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.

Alborotóse el cabildo eclesiástico, y no queriendo que le pusiesen el pie delante en cuestión de tanta trascendencia, envió á Madrid un canónigo para que trajese resolución de los altos poderes para saber á qué ajustarse en adelante.