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Actualizado: 26 de julio de 2025
Bien se acordaba también de otra que había pasado algunos años haciendo flores, y de otra cuyos finos dedos labraban deslumbradores encajes. ¿Por qué no había de ser ella lo mismo? El trabajo no la degradaba. ¡La honrada pobreza y la lucha con la adversidad cuán bellas son!
Los encajes del vestido de Celinina se movieron también, y las hojas de sus flores de trapo anunciaban el paso de una brisa juguetona ó de manos muy suaves. Entonces Celinina abrió los ojos. Sus ojos negros llenaron la sala con una mirada viva y afanosa que echaron en derredor y de arriba abajo.
Empezó la tía a hacer encajes, y le salieron dos o tres de Portomar a poner la competencia... porque ahora son mucha moda estas puntillas, hasta para pañuelos; lo que estoy rematando es un pañuelo.
La torre de la catedral, que a la luz de la clara noche se destacaba con su espiritual contorno, transparentando el cielo con sus encajes de piedra, rodeada de estrellas, como la Virgen en los cuadros, en la obscuridad ya no fue más que un fantasma puntiagudo; más sombra en la sombra.
y en las horas de tedio que una a una desfibro reposaré en las hojas de tu mágico libro donde pone un latido vital tu corazón. En la huella lunar de sus encajes puso, al pasar su sombra bizantina, un perfume de rosa alejandrina el extasis azul de los celajes.
Sus ojos tornaron al cabo a brillar sonrientes, y una ola de leve carmín se esparció por sus mejillas. Dio algunos pasos con pie vacilante y se paró al fin a la puerta de la alcoba. Con una mirada intensa abrazó cuanto en ella había. El lecho del sacerdote era pequeñito, de madera blanca; blanca también la colcha que lo cubría; las almohadas y las sábanas finas, pero sin encajes.
Sintió de golpe toda su debilidad, toda su miseria, mientras la sangre seguía tiñendo de púrpura los minúsculos lagos de las rocas. Al cerrar los ojos para morir, vió en la obscuridad una cara pálida, unas manos que tejían sutiles encajes, y antes de que la noche cayese definitivamente sobre sus párpados, murmuró con balido infantil: ¡Mamá!... ¡mamá!...
Baste decir que la dura piedra semejaba trenzados de cuerdas como si fuese cáñamo, y hasta calados de encajes, como si fuera lino.....
El traje era de los que usaba entonces la clase no acomodada, pero tampoco pobre, es decir, un guardapiés de tela clara con pintas de flores, mangas estrechas hasta el puño, talle un poco alto y el corte del cuello cuadrado y adornado de múltiples encajes. La investigación del militar duró mucho menos de lo que hemos empleado en describir la figura.
Pero la solicitaban hacia fuera la juventud, el ansia de existir que estimula a todo organismo, la ciencia del gran higienista Juncal, y particularmente una manita pequeña, coloradilla, blanda, un puñito cerrado que asomaba entre los encajes de una chambra y los dobleces de un mantón.
Palabra del Dia
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