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Actualizado: 23 de octubre de 2025
Y no sólo la adora sino que la defiende, la propaga, la proclama eminentemente buena y útil, y esto con un entusiasmo, con una pasión, peor aún, con un gusto que ha concluido por inspirarme ciertos temores por ella y aun hasta dudas sobre ella... ¡si tengo razón, juzgadlo! »Un día el de su santo voy a saludarla y la encuentro sola, leyendo.
El gobierno estaba dispuesto a cuantas economías fuesen prudentes y factibles, sin menoscabo de la dignidad y del país; pero era el gobierno de una nación eminentemente religiosa; favorecida por Dios en todos sus trances, y no tocaría un céntimo de las obligaciones eclesiásticas. ¡Jamás! ¡Jamás! Su voz resonaba con ese triste eco que conmueve las casas vacías. Miró el reloj con angustia.
He tenido un instante la intención de denunciarla a su padre; pero he renunciado a esta misión eminentemente ingrata. Lacante hubiera podido decirme: «¿A usted qué le importa?» Y, en efecto, ¿qué me importa, después de todo?
Por lo mismo, la inspiración del novelista es eminentemente analítica; su labor capital, faena de clasificación y desmonte.
La vida primitiva de los pueblos, la vida eminentemente bárbara y estacionaria, la vida de Abraham, que es la del beduíno de hoy, asoma en los campos argentinos, aunque modificada por la civilización de un modo extraño.
¿Quién os ha dicho eso? dijo con una gravedad eminentemente cómica el duque, que quería pasar por rey... Nadie... pero... mi corazón... ¡Vuestro corazón! Yo había ido muchas veces á la corte, señor; las mujeres somos locas, insensatas; nos gusta, nos enamora lo grande, lo que deslumbra... ¡Y os he deslumbrado yo! ¡Ah, señor!, vos sois el sol de las Españas.
Una novela no es una conclusión y menos aún las opiniones de un personaje de novela, que no pretende ser eminentemente razonable, contra las conveniencias públicas a las que la razón de los siglos ha reconocido la importancia.
En aquel momento, un portero entregó al señor gobernador una esquelita perfumada, que parecía ser de una dama coqueta, y era del lindo ministro García Gómez, el elegante de la situación, el dandy de aquel gabinete eminentemente progresista.
Se dice que este fin de siglo es eminentemente práctico, egoísta y anti-sentimental. He aquí un caso que puede hacer pensar á los filósofos. ¿Qué van á decir los que aseguran que se ha perdido en Francia la energía individual? Nos encontramos en presencia de un caso de exaltación como no se veían sino en las ardientes épocas revolucionarias.
Por otra parte, el contacto inmediato que con la Europa habían establecido la revolución de la Independencia, el comercio y la administración de Rivadavia tan eminentemente europea, había echado a la juventud argentina en el estudio del movimiento político y literario de la Europa y de la Francia sobre todo.
Palabra del Dia
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