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Actualizado: 2 de noviembre de 2025


Las sociedades, claro, tienen sus edades como las personas: hay sociedades que están mamando, sociedades que andan a gatas, sociedades pollas, sociedades jóvenes, y por fin, las maduras y dueñas de ; sociedades con barbas, en una palabra, y también con algunas canas.

Las dos mestizas indudablemente eran hermanas y no diré gemelas, pues á simple vista se notaba entre ambas una desproporción de edades, que si no llegaba á la suposición de que fuesen madre é hija, en cambio completaba la de que eran hermanas. En sus fisonomías había rasgos salientes y notablemente acentuados, que denunciaban la unión de la raza europea con la raza india.

El afecto del marido la había bastado: no había hecho un sacrificio al aceptarlo como marido, no obstante la gran diferencia de edades, y por más que la posibilidad del matrimonio se le hubiese aparecido tarde, era positivo que había sido verdaderamente feliz: la duda era póstuma, pero demostraba con gran evidencia, cuánto más fuerte y excitante era el nuevo sentimiento.

La concurrencia de los jueves se componía de un poco de todo lo de las grandes fiestas, y no se admitían presentados; «amigos de confianza» que hacían política y administración y ejército, y hasta el amor, y discreteaban, según las edades, los caracteres y los sexos; algo de tresillo, mucha murmuración al calor de la chimenea, música a ratos, alguna vez lecturas, y, en ocasiones, baile.

Desde aquella noche de invierno en que nos conocimos en Helpstone, había concebido un afecto poderoso, sincero y creciente por ella; pero ahora que era dueña de grandes riquezas, me daba cuenta de que había dos barreras que se oponían a nuestro casamiento: la diferencia de edades y el hecho de ser yo un hombre pobre.

Todo esto en medio de una riqueza enorme y excesiva que humilla la pobreza del mundo visible. Los hay contemporáneos de todas las edades de la tierra, presentándose siempre á diversas profundidades en las treinta crisis que ha experimentado el universo mundo, variando un tanto las formas, pero persistiendo como género, y quedando cual testimonios idénticos de la vida del planeta.

Hemos atravesado ya dos edades de barbarie. En la primera, diremos como Homero: «El mar estérilEs surcado únicamente para buscar al otro lado tesoros fabulosos ó grandemente exagerados. En la segunda, notóse que la riqueza del mar consiste sobre todo en él mismo, y quisimos arrancársela, pero de una manera ciega, brutal, violenta.

Claro está que, según progrese el género humano, subirá el nivel y serán menester más grados para lo práctico, así como, en antiguas edades, se requerían menos. En el estado salvaje, pongo por caso, bastaban dos o tres grados. No se requería para cazar y pescar, para estratagemas guerreras, etc., sino cierta astucia, cierto instinto poco superior al de las bestias feroces.

Ya los tiempos de los egipcios empiezan a llamarse «tiempos históricos» porque se puede escribir su historia con lo que se sabe de ellos: esos otros pueblos de las primeras edades se llaman pueblos «prehistóricos», de antes de la historia, o pueblos primitivos.

En las antiguas edades los hombres acertaban a veces o por estar más cerca de la revelación primitiva, o porque alambicaban menos y no se quebraban de puro sutiles, o porque la mente de ellos, no abrumaba aún con la pesada carga de lo observado y experimentado, levantaba el fácil vuelo a las esferas superiores y era capaz de una inspiración inocente y casi divina.

Palabra del Dia

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