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Actualizado: 16 de julio de 2025
El maestro, don Hilario, era un castellano viejo que se había empeñado en enseñarnos a hablar y a pronunciar bien. Odiaba el vascuence como a un enemigo personal, y creía que hablar como en Burgos o como en Miranda de Ebro constituía tal superioridad, que toda persona de buen sentido, antes de aprender a ganar o a vivir, debía aprender a pronunciar correctamente.
Tengo el mayor gusto en servirla a usted en esto y en todo lo poco que yo pueda. Gracias, gracias. Poco después salía de mi casa la excelente señora, habiendo dejado en ella cierta atmósfera de tradición secular, de enhiesto orgullo, de olímpica y desmesurada soberbia. Señora doña Melchora Ponce del Ebro de Nuezvana.
Al llegar cerca del puente sobre el Ebro, una porción de lavanderas y de mujeres de carabineros salieron a ver la extraña comitiva, y varias de ellas comenzaron a cantar, sobre todo dirigiéndose a la monja: Ahora sí que estarás contentona Carlistona, mandilona; Ahora sí que estarás contentón Carlistón, mandilón, cobardón. La pobre superiora estaba lívida de rabia.
Los risueños vallecitos se multiplican, sucediéndose en giros tortuosos y ascendentes, y al cabo el ferrocarril atraviesa el cordon de colinas ó cerros que média entre las aguas que se inclinan hacia Castilla, recogidas por el Pisuerga, y las que se dirigen en sentido casi opuesto buscando los valles del Ebro para ir á formar la base hidrográfica de los antiguos reinos de Navarra y Aragon y del principado de Cataluña.
Un jesuita amenazó con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que, habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro.
Largas fueron las deliberaciones del consejo, y aunque Fenton y Burley sostuvieron que la misión de la vanguardia quedaba bien cumplida por entonces, pues habían averiguado la posición y número del enemigo, y que era temeridad continuar allí con sólo cuatrocientos hombres, entre un ejército de sesenta mil y un caudaloso río, prevaleció la opinión del señor de Morel y otros caballeros, que no querían repasar el Ebro sin ver á un solo enemigo ni intentar hazaña ó aventura por arriesgada que fuese.
Por la oriental dista como unas doscientas cincuenta varas de la puerta llamada del Portillo enfilándola el baluarte ó ángulo del sud de dicha fachada. El plano que se acompaña con el número 1.º, da una idea de su situacion con respecto á la ciudad y su huerta, y asimismo de su figura y proporciones, aunque no alcanza á presentar las corrientes del Ebro.
Palabra del Dia
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